Las Chivas empataron a un gol ante Cruz Azul en un partido que emparejaron a arreones más que con buen funcionamiento.
Al minuto 94, un tiro de esquina fue la última exhalación de Marcelo Michel Leaño de no irse en picada con las Chivas y miró cómo Gilberto Tiba Sepúlveda se elevó para conectar de cabeza y conseguir el empate. De ahí que el festejo del entrenador haya sido estruendoso.
A pesar de esto, la condena sigue siendo pesada para el juvenil entrenador pues las Chivas no levantan. En seis partidos que ha dirigido el estratega de 34 años, los resultados y el funcionamiento no lo han acompañado. Una victoria, dos empates y tres derrotas son el reflejo de un equipo gris y carente de espíritu.
Chivas, que ofreció una raquitica primera parte en la que exhibió sus yerros constantes de sincronización, perdía por un gol de penal de Jonathan Cabecita Rodríguez cuando él mismo fue derribado por Gudiño, el arquero.
En la cancha, está ausente la identidad del Guadalajara, que sigue sin saber a qué juega y que gracias a la pelota parada, rescató un punto.
Del Cruz Azul tampoco hay mucho que resaltar, sino el simple vestigio de un equipo que el torneo anterior, animado por la idea de ser campeón, iba a mil por hora y que hoy en día apenas si pisa el acelerador, dando la muestra de una abulia permisiva por parte de Juan Reynoso.
El tesón de Chivas siempre existió, y ése es hasta ahora, lo único que sostiene a Leaño en el banquillo rojiblanco y, combinado con lo apático de Cruz Azul, pudo rescatar un partido que estaba fraguado para la derrota.
En la segunda mitad, Chivas amontonó futbolistas buscando arrinconar a su rival y sólo con la táctica fija, hizo sufrir al Cruz Azul. El Tiba Sepúlveda avisó desde el 63’, cuando un remate de cabeza fue sacado en la línea por Pablo Aguilar.
Y fue en un tiro de esquina, al 94, cuando ahora sí logró mandar el balón al fondo del arco de Jesús Corona. Opaco y sin brillo, el Guadalajara camina sobre la cornisa aunque en puestos de repechaje.
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