El presidente estadounidense, Donald Trump, trabaja en la "gran final", que, según sus intenciones, el próximo 20 de enero debería echar sombra sobre la asunción del próximo mandatario, Joe Biden.
Entre otras iniciativas, estarán el Marine One levantándose desde el prado de la Casa Blanca y que, en directo frente a las telecámaras de todo el mundo, sobrevolará en señal de desafío el National Mall de Washington, donde todo estará listo para el juramento de Biden.
Luego, el último vuelo en el Air Force One para lanzar -con un maxicomicio en Florida- su candidatura a las presidenciales de 2024.
Así, en lugar de participar en la ceremonia del Inauguration Day junto con todos los demás expresidentes, en señal de unidad y reconciliación, "The Donald" pretende una salida de escena a su modo, a lo grande, un show para uso y consumo de los medios nacionales e internacionales cuyo guion y dirección él quiere cuidar escrupulosamente.
Como cuando, siempre a bordo del helicóptero presidencial, volvió a la Casa Blanca tras la hospitalización, sobrevolando los lugares-símbolo de la capital federal en lo que se interpretó como una prueba de fuerza tras el contagio.
Si la inauguración de la presidencia de Biden será condicionada en forma inevitable por la emergencia Covid, bajo el signo de la distancia social y en buena parte virtual, la campaña de Trump al parecer está organizando ya una megarreunión frente a un hangar del Palm Beach International Airport, a dos pasos de su residencia de Mar-a-Lago, que se convertirá en el cuartel general del expresidente.
Allí en efecto trasladó desde hace años su residencia, por motivos fiscales según explican sus detractores. Pero también para huir de una Nueva York donde nació e hizo su fortuna, pero que cada vez es más hostil hacia él y su familia.
Los programas de Trump, más que Biden parecen preocupar a los republicanos, sobre todo a los que tienen ambiciones para 2024: desde la exembajadora estadounidense ante la ONU, Nikki Haley, hasta el senador texano Ted Cruz, aunque la lista es mucho más larga.
El establishment del partido, tras la salida de escena del magnate, está llamado a decidir si lo secundará en la eventual nueva aventura presidencial, o bien si dará comienzo a un auténtico cambio, cerrando con el "trumpismo" de una vez por todas.
"Generalmente los republicanos no son grandes fans de quien ha perdido, quieren superarlo", explicaron algunos comentaristas.
Pero desembarazarse sin consecuencias de Trump, con sus 74 millones de votos recibidos, no es tarea fácil. Solo un presidente en la historia estadounidense volvió a presentarse con éxito con un mandato de otro de por medio: Grover Cleveland, que perdió la reelección en 1888 pero volvió a la Casa Blanca en 1892.
Entretanto, en torno a "The Donald" el aire se hace cada vez más sombrío. Su fiel abogado personal, Rudy Giuliani, ejecutor de la hasta ahora fallida estrategia legal para dar vuelta el resultado, fue hospitalizado tras dar positivo al Covid.
Y se hacen más altas las voces que quieren al secretario de Justicia, William Barr, dispuesto a dar su renuncia tras los enfrentamientos de los últimos días con el presidente saliente.