La forma de la curva del Covid-19 en Estados Unidos se presenta ya hasta en los anuncios electorales de los demócratas. Hay un pico inicial en marzo y abril, como en todos los países. Igualmente, una bajada progresiva en mayo.
Pero de pronto, la tendencia se invierte. Mientras en los demás países se mantiene bajo el ritmo de contagios, en EE UU se ha disparado en la segunda mitad de junio, la curva tiene forma de cuernos.
Las causas son varias y no está claro qué peso tiene cada una. Pero la principal es que los estadounidenses le han perdido el miedo al virus.
Están quedando, saliendo, viajando y yendo a la playa, faltan unas semanas para conocer las consecuencias en hospitalizaciones y en muertes, mientras otros países están bien o mal, pero al menos saben dónde están, Estados Unidos está en terreno desconocido.
Estados Unidos ha confirmado 2,8 millones de casos de covid-19 desde que se descubrió el primer positivo a finales de febrero.
Han muerto cerca de 130,000 personas, cada vez que el gobernador de California da las cifras totales del Estado, añade: “Obviamente, la gente no vive en el acumulado, vive en algún sitio”.
Pasa lo mismo con las cifras nacionales de Estados Unidos, los problemas están en lugares específicos, concretamente, en aquellos que se libraron del primer impacto.
El virus no está volviendo, está viajando de las costas al interior.