Exanalista de la Armada Jonathan Pollard, condenado por espiar para Israel en la década de los 80´s en uno de los casos más controvertidos en la historia moderna de Estados Unidos, finalizó su libertad condicional el pasado viernes, lo que lo liberó para mudarse a Israel.
En 2015 años, Pollard fue liberado en Carolina del Norte tras 30 años en una prisión. En ese tiempo, las autoridades estipularon que tendría que llevar un monitor en el tobillo, mientras completa cinco años de libertad ondicional en Estados Unidos, durante los cuales no pudo abandonar el país.
Jonathan nació en Texas en una familia judía estadounidense fuertemente dedicada a la causa de Israel.
Fue detenido en 1985 junto con su entonces esposa, Anne, de quien se divorció poco después de que ella saliera de la cárcel en 1990.
Obtuvo matrimonio con su segunda esposa, Esther, en 1993 mientras estaba en prisión. La pareja ha estado viviendo en Nueva York, su defensor, Alan Dershowitz, menciono que ahora que está en libertad y presenta algunos problemas de salud, al igual que su esposa, les gustaría mudarse a Israel.
Tenía ya 61 años y había pasado la mitad de su vida en prisión. Antes de ser liberado en 2015, se transformó en una causa célebre para Israel, que le otorgó la ciudadanía en 1995. Su caso fue una fuente de fricción entre los dos aliados durante décadas.
En 1985, Jonathan contaba con 31 años cuando fue arrestado, acusado de pasar documentos secretos al servicio de inteligencia israelí, incluidas fotos satelitales de la sede de la Organización para la Liberación de Palestina en Túnez, que Israel utilizó más tarde para guiar los ataques aéreos contra la capital tunecina.
Cuando se realizó su detención, Pollard tenía autorización para acceder a información altamente secreta como especialista en inteligencia, y laboró como analista que estudiaba las actividades terroristas y la inestabilidad principalmente en América del Norte y el Caribe.
Se declaró culpable en 1987 de un cargo de proporcionar información clasificada a un gobierno extranjero y fue sentenciado a cadena perpetua.
Washington Post señaló que Gobiernos israelíes y simpatizantes en Estados Unidos presionaron a sucesivas administraciones estadounidenses para su liberación, argumentando que su sentencia era excesiva en comparación con las sanciones para otros condenados por espiar para países amigos.
Los líderes israelíes intentaron hacer de su libertad un punto de negociación en las conversaciones de paz de Oriente Medio ya en la década de 1990.