El gobierno de China cerró ayer 10 áreas de su distrito nororiental de Shunyi, el primer confinamiento en la capital china desde el último brote de coronavirus en los meses de junio y julio.
La ciudad ha reportado 16 infecciones y tres casos asintomáticos desde el 18 de diciembre, cuando se hallaron los primeros casos, según autoridades chinas. La mayoría de los casos ocurrió en Shunyi, que ha prohibido la entrada de repartidores a los complejos residenciales, reseñó Reuters.
Seis aldeas, tres edificios y una zona industrial estaban entre las áreas cerradas, dijo un funcionario municipal pequinés en una conferencia de prensa.
Si bien los nuevos casos son modestos en comparación con junio y julio, las autoridades municipales han reforzado las medidas para controlar el coronavirus, que ha aparecido en tres distritos, donde se han realizado pruebas a cientos de miles de residentes.
“Los (esfuerzos) de prevención y control por el Covid-19 en la capital deben iniciar el modo de emergencia”, dijo un portavoz de la ciudad en la conferencia de prensa.
El gobierno de Pekín dijo que está cancelando reuniones a gran escala, como ferias de templos y eventos deportivos, y controlando el tamaño de los eventos como las fiestas anuales.
El domingo dijo que aumentaría la cantidad de vagones en el sistema de metro para dispersar a los viajeros y limitaría la asistencia a lugares escénicos y de entretenimiento al 75% de su capacidad.
Se cancelaron eventos de música en vivo y un espectáculo de luces el día de Año Nuevo. Las instituciones educativas, desde las escuelas primarias hasta la prestigiosa Universidad de Tsinghua, han prohibido la entrada innecesaria de personas ajenas a la institución.
China ha estado en entredicho entre los países occidentales por la opacidad en las cifras de contagiados y muertos por coronavirus, así como por el férreo control de sus ciudadanos, en especial a médicos y periodistas, para que no informen acerca de lo que sucede en las ciudades afectadas por la pandemia.
A los médicos ya los había amenazado con castigarlos por espionaje si revelaban algún dato sobre el origen del virus, lo que en China se puede castigar con pena de muerte.
Ayer, fue condenada a cuatro años de cárcel en ese país la comunicadora social Zhang Zhan por supuestamente “provocar peleas y disturbios”, tras sus testimonios desde hospitales abarrotados y calles vacías, un retrato más funesto que el que arrojaba la información oficial del Gobierno, en Wuhan.