Detrás de la masacre contra cuatro personas, entre ellas tres mujeres indígenas, ocurrida la noche del 28 de diciembre en el municipio de Astacinga, se encuentra una historia de machismo, violencia sexual e impunidad que comenzó hace siete años. Hoy la violencia continúa.
Siete años atrás, la familia Montalvo Salas, nativos del pueblo de Huapango, recibieron una terrible noticia: la niña de los ojos del patriarca de la casa, con sólo 15 años, fue violada por un primo de su esposa, de 35 años. El perpetrador, además, presumió a la menor como su “novia” en el pueblo.
El padre de la niña se encontraba en Estados Unidos cuando en su pueblo se hablaba de la afrenta. El hombre trabajaba para darle mejores oportunidades a su familia. La zona de Astacinga es una de las más pobres del estado. El Consejo Nacional de Evaluación de la política de Desarrollo Social estima que 90% de la población vive en situación de pobreza.
La familia de la niña que era blanco de burlas fue apoyada por una alcaldesa del Partido de la Revolución Democrática (PRD), quien los llevó a presentar la denuncia contra el agresor sexual. Al poco tiempo, el hombre fue detenido pero quedó en libertad por la incompetencia de la Fiscalía General del estado, que no logró armar un buen expediente ante un juez.
Según las propias autoridades de Veracruz, es una de las entidades donde más impunidad prevalece en el país; el Sistema Estatal Anticorrupción estima que 75% de los delitos que ocurren no se resuelven. Organizaciones no gubernamentales estiman que la cifra es mucho más alta.
El violador de la menor fue liberado y se fugó a Estados Unidos. Desde entonces vive escondido.
El padre de la víctima seguía los hechos de cerca y al toparse con la impunidad del gobierno de Veracruz y la incompetencia de la Fiscalía juró cobrar venganza.
Desde allá, durante largos siete años alimentó su corazón de odio.
Al llegar diciembre de 2020, el padre de la joven regresó a su pueblo. Su vuelta resultó ampliamente comentada. Como en el clásico del Nobel colombiano, se trataba de una muerte anunciada.
Sin embargo, en el pequeño poblado nadie se imaginó que la venganza alcanzaría tales dimensiones.
Alrededor de la siete de la noche, de este 28 de diciembre, con unos 7 grados de temperatura, los hijos de Guadalupe Tecpile se agruparon alrededor del fogón para quitarse el frío y disfrutar de la cena antes de irse a dormir.
Días antes se enteraron que el padre de la chica violada anunció que iría a visitarlos para vengarse, se desconoce si dieron algún tipo de aviso a las autoridades o si simplemente lo ignoraron.
Las descargas de disparos rasgaron el silencio de esa noche helada en las altas montañas de Veracruz. El ataque se había consumado. Los cuatro miembros de la familia, entre ellos Guadalupe, de 70 años; Gloria, de 40; una menor de 12, y Florencio, de 38, fallecieron tras el ataque sucedido en la pequeña vivienda. La Policía Ministerial inició las indagatorias y los cuerpos fueron trasladados al Servicio Médico Forense (Semefo).
Según las investigaciones, tres hombres armados arribaron al lugar, iniciaron una discusión y luego balearon a los ocupantes. A algunas de las víctimas les dieron tiro de gracia.
Lo que más impactó al poblado de Huapango, poblado donde 100% de la población es indígena, fue el asesinato de la estudiante de 12 años. La gente del lugar la recuerda como buena muchacha.
Una testigo relató que la noche de la tragedia se dirigió a la casa de Guadalupe Tecpile, después de los disparos y vio el coche de los agresores, al acercarse escuchó la voz del asesino; era el padre de la niña ultrajada siete años antes.
El padre de la joven ahora es buscado por las autoridades veracruzanas.
La noche del asesinato las patrullas de la policía tardaron tanto en llegar a la escena del crimen que los asesinos se marcharon tranquilamente.
Estadísticas del gobierno federal indican que, la zona donde se dio la masacre, asentada a unos 90 minutos de Orizaba, es un municipio pacífico, donde el secuestro, la extorsión y el robo están muy por debajo de otras ciudades de la entidad.
En un mensaje emitido a los veracruzanos, la fiscal Verónica Hernández Giadans, dijo que ya contaban con información sobre los responsables, “están plenamente identificados”, además, agregó que la línea de investigación más sólida, “apunta a una venganza familiar”.
Hasta ahora, que se recuerde, en la historia de la violencia en Veracruz no se tiene noticia o antecedente sobre alguna venganza así de brutal por una violación no atendida por las autoridades, que en ese entonces eran dirigidas por Javier Duarte de Ochoa y el fiscal general, Luis Ángel Bravo Contreras, ambos personajes han pasado por la cárcel por su controvertida actuación como servidores públicos.