Con el ocaso de la Administración de Donald Trump a la vista, México busca nuevos aires para su relación con Estados Unidos. Los exabruptos del republicano dieron forma al diálogo bilateral durante cuatro años. El estilo pendenciero de la Casa Blanca permitió no obstante una buena relación con Enrique Peña Nieto en el poder y, después, con Andrés Manuel López Obrador, por mucho que antes de su victoria no diese visos de que fuera a ser así. El actual presidente pasó de denunciar como candidato el discurso racista de Trump a convertirse en uno de sus principales aliados tras llegar al poder a finales de 2018.
La compleja historia de las relaciones entre mexicanos y estadounidenses abrirá un nuevo capítulo el día 20, cuando Joe Biden tome el testigo. Los gestos de las últimas semanas prevén a un López Obrador más dispuesto a defender sus principios que en los últimos dos años.
Los especialistas coinciden en que será difícil para el Gobierno mexicano mantener con Biden la relación transaccional que logró con Trump. López Obrador entendió pronto el papel que debía jugar y esto permitió ciertos entendimientos en migración, comercio y seguridad.
Sin embargo, el presidente mexicano ha dejado ver que está dispuesto a sacrificar el pragmatismo para volver a la compleja senda de los principios que, por ejemplo, evitan denunciar violaciones de derechos humanos en países de la región como Venezuela o Cuba.
Así lo dejó ver en las líneas que escribió a Biden para felicitarlo por su triunfo, un mes y medio después de las elecciones. “Con usted en la presidencia será posible seguir aplicando los principios básicos de política exterior de nuestra Constitución, en especial, el de no intervención y autodeterminación de los pueblos”, escribió López Obrador. Una posición que no dejó satisfechos a algunos exdiplomáticos.
“Es preocupante cómo lo plantea”, explica Patricia Olamendi, exsubsecretaria de Relaciones Exteriores de Asuntos Multilaterales durante el Gobierno de Vicente Fox. “Nuestra dependencia económica de Estados Unidos es muy alta y López Obrador regresa a ese priísmo rancio de los principios como política exterior”, añade.
“Vendrá una nueva etapa... será un capítulo positivo”, asegura Roberto Velasco, director general para América del Norte de la Cancillería, quien asegura que el Gobierno mexicano mantuvo el tipo durante el desgastante mandato de Trump. “No hubo renuncia a ningún principio.
Estados Unidos ha sido un país con el que estamos obligados a tener una arquitectura de coexistencia”. El funcionario apunta ahora a las coincidencias entre los dos mandatarios: “Tienen visiones similares en el tema de la pandemia y ambos tienen la convicción de atender las causas de raíz que obligan a la migración”.
Muchas incógnitas planean ahora sobre ambos países. La principal es la falta de objetivos del Gobierno mexicano en la relación bilateral, más allá de recurrir a la defensa de la soberanía nacional, como con la ley que restringe los movimientos a agentes extranjeros en el país.
“No está claro qué se quiere en seguridad. ¿Matar la Iniciativa Mérida? ¿Renegociarla?”, se pregunta Gerónimo Gutiérrez, embajador de México en EE UU entre 2017 y 2018. Lo mismo en materia migratoria: “¿Jugará México un papel en la agenda? Una reforma integral como la que quiere Biden exige una posición clara de México”, añade.
Algunas de estas dudas comenzarán a despejarse a partir del día 20. Mientras, López Obrador ha comenzado a mover las piezas del tablero para dar oxígeno a la interlocución con Estados Unidos, su principal socio comercial. Martha Bárcena, la embajadora mexicana en Washington, ha anunciado su retiro tras meses de desgaste y una tirante relación con el canciller mexicano, Marcelo Ebrard.
El presidente ha apostado por un relevo político y no diplomático. Esteban Moctezuma dejará el Gabinete, donde ocupaba la Secretaría de Educación, para encabezar la legación. “Tiene un perfil completo, pero el perfil no es tan importante como tener objetivos claros y una buena coordinación con el canciller”, señala Gutiérrez. “Debe entender que es una pieza más en una relación de muchos actores”, añade.
Gutiérrez aprendió la lección en uno de los momentos más duros para la diplomacia mexicana moderna. Aterrizó en Washington en febrero de 2017, cuando el mundo trataba de mantenerse a flote durante los vertiginosos primeros días de Trump en la Casa Blanca. “Fueron muy intensos”, resume.
El líder de la principal potencia mundial empezó por exigir cuentas a su vecino del sur, una panda de violadores y delincuentes, según calificó a los mexicanos en el primer evento de campaña que lo catapultó a una meteórica carrera política.
“Fuimos los primeros en la lista: ahí estaba la renegociación del Tratado de Libre Comercio, el tema del muro y la seguridad fronteriza... Estuvimos mucho en la política interior de Estados Unidos”, añade el economista y politólogo con estudios en Harvard.
El exembajador llegó con un mandato muy acotado: “que la relación no explotara y que no se perdiera el tratado”. Afortunadamente, encontró que México tenía muchos aliados “que no siempre eran públicos”, los cuales tuvieron que salirse del camino para defender la relación bilateral.
Olamendi advierte, sin embargo, de que existen problemas prácticos que avanzan “una relación bastante mala”. En su opinión, fue un error que la Cancillería cerrara la Subsecretaría de América del Norte por motivos de austeridad. El subsecretario fue transformado en director general.
“Hay más consulados en Estados Unidos que embajadas en el mundo y le envías a tus socios un director con cero experiencia diplomática y nulo conocimiento consular. ¿Qué mensaje manda eso?”, agrega Olamendi. El propio Velasco desestima las críticas y afirma que no habrá afectación de funciones del cuerpo diplomático y los consulados. En los próximos meses, añade, será presentada una nueva forma de trabajo y organización las cuales ya han sido comunicadas a las contrapartes de Estados Unidos y Canadá.
El sello de la Administración de Biden será distinto. El presidente demócrata, de 78 años, llegará al poder con pleno conocimiento de que tendrá un solo mandato. Con el tiempo en contra, se enfocará en sanar las heridas que ha abierto Trump en la sociedad estadounidense y en vigilar una economía en vías de recuperación tras la pandemia. La política exterior puede devolver a México al sitio que casi siempre ha ocupado, un discreto segundo plano. “Biden va a rescatar la presencia de Estados Unidos en el mundo y dará un nuevo impulso a recuperar relaciones perdidas”, asegura Olamendi.