10 de junio de 1971: sangre hacia la vida democrática

10 de junio de 1971: sangre hacia la vida democrática

CIUDAD DE MÉXICO.

David Roura tiene a flor de piel, en la punta de la lengua, en el recuerdo fresco de la memoria lo que vivió hace 50 años en las calles de las colonias Santo Tomás y Santa María la Ribera. Era una manifestación de estudiantes en apoyo a la Universidad Autónoma de Nuevo León. Un grupo de choque conocido como Los Halcones, entrenado exprofeso para detener la rabia estudiantil y social que había despertado en 1968, particularmente el 2 de octubre en Tlatelolco, convirtió aquel 10 de junio de 1971 en el segundo capítulo sangriento de un escarpado, difícil, camino hacia la vida democrática.

Roura, que ha sido actor, poeta y periodista, hace 50 años era un joven estudiante de 18 años de la Preparatoria Mixcoac e integrante de un Comité de Lucha de la prepa 9, como dice, comprometido con la lucha que habían dado los estudiantes en 1968 y que, ya entonces, habían sido excarcelados. “Nosotros nos sentíamos con la obligación moral de seguir la lucha”, dijo en entrevista.

El activista dijo que el Estado mexicano y un grupo de intelectuales, entre ellos Carlos Fuentes y Octavio Paz, de hace medio siglo, “después de la herida que dejó Tlatelolco fue muy difícil para ellos entender lo que había sido el movimiento estudiantil”.

Se refiere fundamentalmente al entonces presidente Luis Echeverría Álvarez, “pensaba que era borrón y cuenta nueva... pero no. La respuesta desproporcionada del Estado contra los ciudadanos el 2 de octubre causó una ruptura muy traumática”, dijo.

Participante, como cientos de estudiantes, en los hechos de 1968 y actor de primera línea de lo ocurrido hace 50 años, fue herido en la nariz. Roura afirmó que la represión del Estado en contra de la sociedad, pero principalmente en contra de los estudiantes, continuó. Y como contexto de lo ocurrido en Santo Tomás, recordó:

En enero de 1969 se recrudece la represión, los arrestos, terminaban casi todos los arrestados en la cárcel. Primero pasaban por el Campo Militar Número Uno y, después, los compañeros a Lecumberri y las compañeras a Santa Martha Acatitla. Los del 68 estaban en proceso, no había sentencia, estuvieron en huelga de hambre, que poco se supo en la prensa, y, mientras, nosotros estábamos en contacto frecuente con los familiares de los presos políticos.

Íbamos a Lecumberri a visitar a los presos, por ejemplo, a Raúl Álvarez Garín, Fausto Trejo, al maestro (José) Revueltas; nos daban comunicados, nos mandan directrices y esto se discutía en asambleas de los Comités de Lucha que se instalaron en las escuelas, tanto del Politécnico como de la UNAM y Chapingo”, dijo.

 

Aceptó que en los Comités de Lucha de las distintas escuelas hubo una serie de variaciones ideológicas y también en la dinámica de la lucha, “pero cuando nos juntábamos todos había un Comité Coordinador de esos comités de lucha y se trata de ir a un solo objetivo: que el Movimiento Estudiantil respondiera a la vanguardia de la organización de la lucha organizada”, comentó Roura.

Recordó que cuando Echeverría llegó a la Presidencia ofreció apertura democrática, diálogo. “Todo eso lo hacía con un fin demagógico. Porque eran momentos de mucha represión”.

Halconazo en la memoria; hay riesgo de militarización

El exestudiante, parte del Comité de Lucha de la prepa 9, dijo que la juventud de ese entonces ya tenía contacto con el mundo, “teníamos información y estábamos muy organizados, aunque no muy estructurados. Lo que es un hecho es que no estábamos dispuestos a seguir soportando ese paternalismo del gobierno. Pisar los prados de los jardines era un delito y jovencitos terminaban en la comisaría; pero también jugar en la calle estaba prohibido, pasaba la julia (una camioneta tipo van) y cargaba con chamacos; el contacto con la policía siempre fue brutal y, sobre todo, con el grupo de granaderos”, recordó.

Roura dijo que, ante la cerrazón gubernamental, los jóvenes de hace 50 años respondieron conforme a su tiempo.

Mencionó que cuando estaban en los trabajos de los Comités de Lucha fue cuando llegaron hasta ellos los estudiantes de la Universidad de Nuevo León, que les pidieron apoyo para realizar una manifestación, un acto conjunto desde Monterrey y la Ciudad de México, porque el gobernador había impuesto a un rector. “Ése fue el primer intento de privatizar la Universidad de Nuevo León, y entonces empezaron las asambleas en las escuelas para plantear la posible marcha”.

Como parte de los actos demagógicos de Echeverría, recuerda Roura, el mismo día de la Nochebuena de 1970, 23 días después de su toma de posesión como presidente, Luis Echeverría pone en libertad a Ignacia Rodríguez y Salvador Ruiz Villegas. “Empezaron a dar salvoconductos, se viene una cascada de liberados, que tenían sentencias de hasta 17 años de cárcel. También fue liberado Revueltas y, como parte de las demandas del 68, Demetrio Vallejo y Valentín Campa. Con eso Echeverría quería dar imagen de izquierda, que era un demócrata y popular y que acabaría con vicios del priismo del pasado”, dijo Roura.

 

 

 

Decididos a realizar la marcha en apoyo de los universitarios de Nuevo León, recordó Roura, “los compañeros que organizaron la marcha del 10 de junio eran muy avezados en las marchas; había estrategias para de dónde a dónde y se empezaron discutir los ejes de la marcha. En eso, Echeverría destituye al rector y al gobernador de Nuevo León. Él declaraba ‘la izquierda soy yo’, un absolutista”.

Reveló que hubo sectores estudiantiles que no querían apoyar la marcha, incluso Salvador Martínez Della Rocca, El Pino, pero que Gilberto Guevara Niebla y Manuel Marcué Pardiñas, históricos del 68, se pusieron a la vanguardia. Y algo que le pareció extraño fue que también se apuntó el Partido Comunista.

En la mañana del día de la marcha yo estaba haciendo gestiones con artistas del grupo cultural en el que estaba, Colectivo Arte en Acción, donde participaba el pintor José Hernández Delgadillo, Judith Reyes, José de Molina, porque yo era enlace entre algunos de esos intelectuales y el Comité, porque se iban a integrar a la marcha.

En el auditorio de la Escuela de Ciencias Biológicas de Santo Tomás —sigue Roura—, había una discusión fuerte, Gilberto Guevara y Marcué Pardiñas dijeron sí a la marcha y empezaron a llegar los contingentes. Empezaron a hacer las mantas. Una de nuestras consignas fue ‘¡Ya volvimos a salir, no que no, sí que sí, ya volvimos a salir!’. Ese día nació esa consigna. Y otra ‘¡No queremos apertura, queremos revolución!’. Y un mensaje claro y directo al presidente ‘¡Che-Che-Che-Che Guevara, LEA LEA a la chingada!’. No estábamos dispuestos a manosearnos con el sistema político”.

Roura mencionó que un número importante de Los Halcones habían aparentado ser estudiantes, de hecho, dijo que varios eran porros en distintas escuelas y sabían los movimientos de los estudiantes.

En la calle de Lauro Aguirre estaban los camiones de granaderos, llenos, y dijimos ‘a ver cómo diablos vamos a avanzar’. Poco a poco, Marcué y Gilberto, que iban en la descubierta, empezaron a avanzar y cuando la marcha pasó frente al Canal 11 y llega a la avenida de los Maestros y da vuelta a la derecha, un grupo de granaderos se interpone y un coronel de la policía dice ‘¡deténgase!, disuélvanse, la marcha es ilegal’. Marcué Pardiñas alegó con él, dice ‘no hay permiso, nosotros no tenemos que pedir permiso, la marcha se va a hacer, estamos ejerciendo nuestro derecho a manifestarnos’ y tramposamente se abre la muralla de granaderos; luego vuelve otra intervención más gruesa de la valla de granaderos; vuelven a decir que la marcha es ilegal; Marcué dijo, ‘no entienden razones’. Empezamos a cantar el Himno Nacional; pensamos que los granaderos se habían desconcertado y se abren hacia la parte oriental de avenida de los Maestros, pero no, fue un plan de ellos para dejarnos pasar, y llegando a la México-Tacuba empezamos a oír unos gritos, ‘¡Che, Che, Che, Guevara, Che, Che Guevara!’. Iba con Hernández Delgadillo y Leopoldo Trejo, y en eso, yo le dije a Hernández Delgadillo, ‘creo que son los de la prepa popular’. Nos quedamos con eso, pero cuando volteamos estaban golpeado a todo mundo con los kendos, picanas eléctricas, chacos y patadas de karate.

Nos defendimos con los palos de las pancartas. Ahí vimos que los halcones reculaban y empezaron a gritar ‘¡halcones, halcones!’, para reconocerse y reubicarse después del desorden que se armó por las varias escaramuzas que hubo; desde dentro de las vecindades que había en avenida de los Maestros, Sor Juana, Lauro Aguirre, salieron halcones y atacaban la columna”, dijo.

De acuerdo con el testimonio de Roura, había comunicación policial en el sentido de que se había partido la columna en dos. “Ellos venían con la estrategia de dividirnos y atomizarnos. Los que estábamos en la vanguardia y habíamos recibido los primeros golpes, los más fuertes, contraatacamos, pero de un edificio en construcción donde está la estación Normal del Metro, en la parte sur, empezaron salir grupos de halcones y empezaron a disparar; abrieron algunos locales comerciales y de ahí les repartía armas, les dieron rifles de alto poder a los que antes había estado con las varas de kendo y empezaron a disparar contra el grupo, a ras de suelo y desde las alturas. Cuando recularon los halcones, los armaron, y el ataque fue letal contra nosotros”, dijo.

 

 

 

Recordó el exestudiante, ahora de 68 años, que, en medio de ese caos, la masa logró dar vuelta hacia Río Consulado —en ese entonces no había circuito interior—, y en el cine Cosmos seguían los enfrentamientos, igual que El Carrillón y en muchas calles a lo largo de la México-Tacuba.

Según Roura, las fuerzas represoras del gobierno tenían tres planes: uno de ellos hacer creer a la opinión pública que la violencia desatada por Los Halcones, no era más que una ruptura del grupo de estudiantes, que quien estaban a favor y en contra de la marcha.

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El segundo, usar armas de fuego contra los manifestantes, como afirmó, se dio desde distintas azoteas en torno a la Escuela Normal de San Cosme. Y, el tercero, el rescate de los heridos de su bando, ya que se apoderaron de las instalaciones de la Cruz Verde, donde, según Roura, entonces se dijo, había dos halcones muertos.

Yo vi camiones militares llenos de soldados listos para atacarnos, como en Tlatelolco; estaban en la calle de Carrillo Puerto, pero por suerte no se llegó a dar”, dijo Roura, quien termina con una reflexión:

El Estado mexicano aprendió algo de tanta represión: la necesidad de una apertura. Quizá por eso (Jesús) Reyes Heroles hizo la reforma política en 1977. Y es que el 10 de junio de 1971, en la marcha estaba gente de la Liga Espartaco, ya andaban en la semiclandestinidad, Los Guajiros, y ese día fue que dijeron que no había ningún camino por la vía democrática, que era un sueño. Entonces, una serie de grupos se lanzaron a la acción revolucionaria y, poco después, se fundó la Liga Comunista 23 de Septiembre… Ya cuando termina Echeverría y empieza López Portillo, Reyes Heroles entiende, muy inteligente, que sí hay un camino democrático y abren la famosa reforma política y, ahí, llegan muchos compañeros a los partidos políticos, yo particularmente no le entré”, expresó Roura.

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