La celebración el Día del Abuelo con canciones de Agustín Lara y Roberto Carlos, quebró la rutina de los adultos mayores internados en el Hospital Juárez de México, quienes parecieron olvidarse por un momento de sus enfermedades y se animaron a contar sus historias personales, algunas de ellas como tlachiqueros, arrieros, criaderos de chivos y agricultores.
"La música hace que uno se olvide de que estamos en un hospital. Qué bueno que se acuerdan de los viejos y nos traen estas canciones", dijeron
don Alfonso, Marcelo, Enrique, Jorge y doña Gudelia, que hace tiempo remontaron la tercera edad, pero que aún conservan intactos los recuerdos en su memoria.
Como parte de la terapia que ofrecen cotidianamente a los enfermos, los psicólogos Mayela Padrón Rodríguez y Javier Torres García Coss, llevaron su música y sus canciones hasta los cubículos de hospitalización, en donde los pacientes se mostraron emocionados e hicieron segunda a canciones como "Piensa en mi", de Agustín Lara, y "Emociones", de Roberto Carlos.
Algunos de ellos se animaron y pidieron las maracas o el Xilofano que llevaban los especialistas, para marcar el ritmo de las canciones, luego platicaron sus experiencias de vida que sorprendieron a los que se acercaron a escucharlas.
Con la música, don Marcelo Espinoza, de 89 años, se fue arrullando, hasta dormir profundamente.
Su hija Rosa Espinosa Alfaro, relató que en Santa Bárbara, en el municipio de Otumba, desde niño su papá fue muy aficionado a las carreras de burros que tradicionalmente se llevan a cabo en el lugar. Él se dedicó por más de 20 años a ser tlachiquero y a vender pulque en Texcoco.
"Raspaba el maguey, extraía su jugo, el aguamiel, y lo fermentaba en los tinacales. Muy tempranito llenaba los cueros de chivo con el pulque y lo transportaba con sus burros hasta las pulquerías de Texcoco.
Cuando regresaba a la casa pedía su salsa de chinicuiles, y vigilaba que estuviera bien preparada con sus tomates, chiles verdes y chinicuiles asaditos, y luego bien molcajeteados con el ajo y su sal. Lo comía con sus tortillas recién echas a mano y con su jarro de pulquito. Tuvo ocho hijos, y todos la pasábamos bien.
Doña Gudelia, de 78 años, es originaria de la mixteca oaxaqueña, de un pueblo que se llama San Miguel Tulancingo, que vivió ahí cuando la gente se dedicaba a la producción de chivos y luego en largas jornadas de varios días los arriaban hasta Tehuacán, Puebla, para la matanza que tradicionalmente se lleva a cabo entre los meses de octubre y noviembre, y es el tiempo en que se prepara el Mole de Caderas.
Su hija Miriam relata: "Criábamos hasta 80 chivos y nosotros mismos los llevábamos por los caminos y veredas, pero esos tiempos ya se acabaron, porque llegaron los intermediarios en sus camiones, y se perdió la costumbre de muchísimos años, en que se veían grandes manadas de chivos, comiendo hierba fresca durante todo el camino, después de temporada de lluvias".
Recostado en su cama, don Alfonso. Ribera, de 80 años, originario de Sabino, Guanajuato, relató que en sus buenos tiempos tenía un negocio de paletas por Plaza Aragón, y señaló que sus clientes más asiduos le pedían las de vainilla.
Todos ellos recibieron Kits de regalo que el área de Vinculación con Sociedad Civil les preparó. Vanessa Martinez y Leticia Becerril les llevaron chocolates, yakul y bebidas alimenticias, además de gel antibacteriano, mascarillas y cubrebocas.
Al final, todos quedaron tarareando: "tienes un hondo penar, piensa en mí/ Si tienes ganas de llorar, piensa en mí,/ ya ves que venero tu imagen divina...