El coronavirus y las restricciones que generó están llevando al límite a comunidades que ya pasaban hambre y provocarán la muerte de 10 mil niños más al mes debido a que las granjas han quedado aisladas de los mercados y los poblados dejaron de recibir ayuda alimentaria y médica, advirtió la ONU.
Cuatro agencias de las Naciones Unidas —la Organización Mundial de la Salud, el UNICEF, el Programa Mundial de Alimentos y la Organización para la Alimentación y la Agricultura— advirtieron el lunes que la creciente desnutrición tendrá consecuencias a largo plazo, transformando tragedias individuales en una catástrofe generacional.
En Burkina Faso, más de 550 mil niños adicionales están siendo afectados cada mes por lo que se conoce como marasmo, un estado de desnutrición que se manifiesta con la hinchazón del vientre y la extrema delgadez de las extremidades.
En el período de un año, ello representa un incremento de hasta 6.7 millones con respecto al total de 47 millones del año pasado. El marasmo y el retraso en el crecimiento pueden dañar de forma permanente a los niños física y mentalmente.
Más que nunca, las familias pobres de Latinoamérica, el sur de Asia y el África subsahariana están ante un futuro sin alimentos suficientes. En abril, David Beasley, director del Programa Mundial de Alimentos, advirtió que la economía afectada por el coronavirus provocaría hambrunas globales “de proporciones bíblicas” este año.
Existen distintas etapas de lo que se conoce como inseguridad alimentaria: se declara oficialmente la hambruna cuando, junto con otras mediciones, el 30% de la población sufre marasmo.
En Afganistán, las restricciones al movimiento impiden que las familias lleven a sus niños desnutridos a hospitales para que reciban alimentos y ayuda justo cuando más la necesitan. En el hospital Indira Gandhi de la capital Kabul sólo han sido examinados tres o cuatro niños desnutridos, dijo el especialista Nematula Amiri. El año pasado había 10 veces más.
En Yemen, las restricciones al movimiento han impedido la distribución de ayuda, algo a lo que también han contribuido el estancamiento en los salarios y el aumento en los precios. Además, el sufrimiento en el país más pobre del mundo árabe está agudizándose debido a una disminución en las remesas y un descenso en el financiamiento que proporcionan las agencias de ayuda humanitaria.
Yemen se encuentra ahora a punto de caer en la hambruna, según la Red de Sistemas de Alerta Temprana contra la Hambruna, que utiliza sondeos, datos de satélites y mapas meteorológicos para detectar los sitios más necesitados.
Parte de la peor hambre en el mundo sigue presentándose en el África subsahariana. En Sudán, unos 9.6 millones de personas no saben de dónde saldrá su siguiente comida, un incremento del 65% en comparación con la misma época del año pasado.
Los confinamientos en las provincias sudanesas, en forma similar a lo que ha ocurrido en otras partes del planeta, han afectado profundamente el empleo y los ingresos de millones de personas. Con una inflación de 136%, los precios de los bienes básicos se han incrementado a más del triple.