Manuel Ponce/Colaboración Especial
- Mi mente se negaba a aceptar lo que estaba ocurriendo, recuerda María de Jesús Barrera Guadarrama, enfermera sobreviviente de terremoto del 19 de septiembre de 1985
- Alcé mis manos. Sólo quería detener al edificio y mantenerlo en su sitio. Pensé que podía hacerlo
Fue muy doloroso. Aún no puedo olvidar ese instante en que dejé de pensar en Dios. La torre de once pisos se despezaba y se desplomaba ante mis ojos. En medio de la gran ansiedad que sentía en esos momentos, recuerdo que alcé mis manos. Sólo quería detener al edificio y mantenerlo en su sitio. Pensé que podía hacerlo, señala María de Jesús Barrera Guadarrama, enfermera sobreviviente de terremoto del 19 de septiembre de 1985.
A 35 años de la tragedia relata:
Mientras escuchaba los gritos y veía a muchos de mis compañeros salir de los escombros, envueltos en una nube de polvo, y de la gente que estaba dentro de la torre, mi mente se negaba a aceptar lo que estaba ocurriendo.
Todavía no puedo olvidar ese instante: A las 7:19 horas, la torre de once pisos se despedazaba y se desplomaba ante mis ojos. En medio de la gran ansiedad que sentía, recuerdo que alcé mis manos. Sólo quería detener la caída de las paredes y mantenerlas en su sitio.
"Pensé que podía hacerlo", señaló María de Jesús Barrera Guadarrama.
Sobreviviente de terremoto del 19 de Septiembre de 1985, rememora: al iniciar el temblor estaba entre el Claustro de lo que fuera el antiguo Colegio de San Pablo y la torre de hospitalización de once pisos. Ahí me quedé mientras veía a médicos, enfermeras y a otras personas que alcanzaron a salir, envueltos en una nube de polvo. Entonces dejé de pensar en Dios.
A pesar del tiempo transcurrido, todavía es muy difícil revivir esos instantes. Todavía me parece estar escuchando los gritos de la gente, entre ellos Toño, mi compañero enfermero del servicio de Urgencias, quien imploraba y llamaba a gritos a su esposa Gloria, quien era enfermera y quedó atrapada en el cuarto piso, en el servicio de Cirugía Plástica. Los gritos angustiosos de ¡Gloria! ¡Gloria! ¡Gloria! Todavía resuenan en mis recuerdos.
Con 47 años de antigüedad, María de Jesús Barrera Guadarrama se duele al hurgar en su memoria.
"No podía dar crédito a lo que estaba pasando. Me negaba a creer que fuera verdad lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. Parecía todo fuera de la realidad".
En esos momentos me decía:
Esto no puede estarle pasando a mi hospital. No puede ocurrirle esto al lugar donde estudié, al lugar que me ha dado un trabajo. También me preguntaba, ¿por qué se tenía que caer la torre donde las enfermeras y médicos somos un gran equipo de trabajo?
En entrevista, narra su testimonio:
Había llegado al hospital a las siete de la mañana, y luego de la entrega de guardia del turno de la velada en las oficinas del Claustro, me encaminé a la torre de hospitalización, en donde me encontraría con mi compañero enfermero Ángel Carachure.
Ya no alcancé a entrar. A las 7;19 horas inició el temblor. Pensé que pasaría pronto, pero arreció. Cada vez se sentía más y más intenso. Se convirtió en un terremoto que devastó a mi hospital.
No sé cuánto tiempo estuve ahí, choqueada. Mirando los escombros del edificio perdí la noción de la realidad. Pasó mucho tiempo para que me recuperara emocionalmente. Ver caer al edificio se me revelaba, y ante cualquier temblor sentía gran pánico y quería salir corriendo en donde estuviera. Los doctores Gallardo y Mendizábal me ayudaron a controlarme.
A 35 años de distancia de ese suceso, María de Jesús hace notar que el sismo lo cambió todo. Había entrado a trabajar al Hospital Juárez el primero de julio de 1973 y roté por diferentes turnos y servicios. Ahí se trabajaba con un gran espíritu y todos éramos buenos compañeros.
Hoy, en el Hospital Juárez de México he podido crecer en conocimientos y con mejores equipos en la atención de los enfermos. Se puede decir que en el Juárez del centro éramos ayudantes de los médicos. En la actualidad, las enfermeras del Hospital Juárez de México tienen mayores oportunidades de especializarse. Cuentan con mejores conocimientos y el respaldo de la evidencia científica. Son más profesionales.
A 47 años de iniciarme como enfermera, agradezco a mis compañeras haberme dado su confianza. Esto fue muy estimulante, y fue así que en el año de 2010 ingresé, con gran orgullo, a hacer mi licenciatura.
Hoy sólo espero que termine el confinamiento por la pandemia, para reintegrarme a las labores en el hospital que tanto quiero, concluye la enfermera María de Jesús Barrera Guadarrama.