Al menos 31 personas han muerto y otras 24 han resultado heridas este domingo en un atentado suicida con coche bomba contra un cuartel en la provincia de Ghazni, en el este de Afganistán. La mayoría de las víctimas son miembros de las fuerzas de seguridad, pero la explosión también ha afectado a viviendas civiles en las proximidades. Ningún grupo se ha responsabilizado del ataque, uno de los más graves de los últimos meses, y que cuestiona la sinceridad de los talibanes en las conversaciones con el Gobierno ante la retirada de las tropas de Estados Unidos.
El terrorista ha estrellado “un vehículo Humvee lleno de explosivos” contra un recinto de la Fuerza de Protección Pública (FFP) en Deh Yak, que también albergaba comandos del ejército, según fuentes de seguridad citadas por la cadena ToloTV. La FFP es un cuerpo dependiente del Ministerio del Interior que se ocupa de proteger a personas, infraestructuras y proyectos de construcción, incluidas ONG y empresas privadas, pero sin mandato para investigar delitos o detener a sospechosos.
“La mayoría de las víctimas pertenecen a las fuerzas de seguridad”, dijo el responsable del departamento de sanidad local, que cifró en 31 los muertos y 24 los heridos. Sin embargo, la explosión destruyó además varias casas civiles en los alrededores del cuartel, por lo que se temía que el número de afectados pudiera ser mayor.
Ningún grupo se ha responsabilizado del atentado, pero en la provincia de Ghazni no cesan los enfrentamientos entre las fuerzas afganas y los talibanes. Consultado por Reuters, el portavoz de ese grupo, Zabihullah Mujahid, se ha negado a confirmar o desmentir su responsabilidad. De hecho, desde que esos insurgentes dejaron de atacar a las tropas estadounidenses a raíz del acuerdo que firmaron en Doha (Qatar) el pasado febrero, han intensificado sus operaciones contra la policía y el Ejército nacionales.
Tampoco el inicio del diálogo intraafgano desde el pasado septiembre en la capital catarí se ha traducido en descenso de la violencia. Para frustración de los afganos que llevan cuatro décadas casi ininterrumpidas de guerra, Gobierno y talibanes han sido incapaces de alcanzar un alto el fuego. Tanto entre la población como entre los observadores cunde la idea de que esa milicia se está aprovechando de la salida de los soldados estadounidenses que la Administración de Donald Trump ha acelerado a pesar de la creciente actividad insurgente.
El atentado de Ghazni no ha sido el único del domingo. El jefe del consejo provincial de la provincial de Zabul, también en el Este, ha sobrevivido con heridas menores a una bomba contra su convoy que ha causado un muerto y 23 heridos. El pasado martes, coincidiendo con la Conferencia Internacional de Donantes para Afganistán, dos bombas mataron a 17 civiles en Bamiyán, la ciudad considerada menos peligrosa del país. El centenar de Gobiernos y organizaciones internacionales que participaron en esa cita reclamaron el cese inmediato de las hostilidades y han condicionado su ayuda a que se avance hacia la paz.
En los últimos seis meses, los talibanes han llevado a cabo 1.250 ataques y 53 atentados suicidas que han dejado 1.210 muertos y 2,500 heridos entre los civiles, según datos difundidos por el Ministerio del Interior la semana pasada. Además, la rama local del Estado Islámico atacó Kabul con cohetes la semana pasada y se atribuyó dos atentados contra centros educativos en la capital a principios de mes.