Una de las grandes pérdidas de esta coyuntura pandémica se refiere a los olores. Y no es la alusión a aquella inflamación intranasal o a la destrucción del neuroepitelio olfatorio, de los bulbos, de los filamentos o de las conexiones centrales del nervio olfativo; cuestiones que tendrían como consecuencia la pérdida total o parcial del registro de olores a causa, por ejemplo, del SARS-CoV-2, de algún traumatismo craneoencefálico o de la enfermedad de Alzheimer. No.