Ética y política

Ética y política

En palabras del presidente mexicano, “la libertad individual para pensar y hacer es cuestión de cada quién. No corresponde al Estado tutelar la moralidad personal que la inspira. Pero el Estado tiene la obligación ineludible de prevenir y sancionar la inmoralidad social, la corrupción”. Corría octubre de 1982 y el presidente era el priista Miguel de la Madrid; anunciaba así los “Fundamentos de la Renovación Moral”. Cuatro décadas después, en el marco de un neoliberalismo vigente, el neopriísmo de la 4T anuncia la Renovación Moral 2.0; ahora bajo el documento denominado “Guía Ética para la Transformación de México”.

 

Los apologistas del “nuevo” régimen aplaudirán cualquier dicho, acción u omisión de su incuestionable líder; la oposición de derecha verá en la Guía un panfleto amenazante (aunque no lo lea), desde la izquierda ajena a ambas posiciones, es difícil no coincidir con buena parte de la declaración de principios enunciada en el documento; aunque tales no son precisamente seguidos por la 4T y algunos de sus impresentables (inmorales) aliados.

 

La Guía atribuye al neoliberalismo la distorsión y erosión de “la ética del pueblo mexicano”. En concordancia con el discurso del Ejecutivo, no hay una condena al priísmo previo al llamado período neoliberal. Pues es precisamente en ese pasado, sobre todo en el echeverrísmo, que el jefe máximo de la 4T se formó ideológicamente.

 

La Constitución Moral, reducida a breve Guía que tardó dos años en redactarse, reivindica el derecho a la diferencia, pero en la práctica, los pueblos originarios sólo han conocido la imposición de megaproyectos y consultas simuladas, la vigencia del paramilitarismo y el racismo. Uno de los principios más cuestionados de la Guía es el del perdón. Se invita a las víctimas de la violencia a perdonar a los victimarios. Perdón y olvidó fue la marca de la impunidad dictatorial en otras latitudes; en el México de hoy, es la aspiración del mesianismo militarista.

 

La 4T reivindica la redención, reconociendo que, “desde una perspectiva humanista, los criminales y corruptos pueden redimirse por medio de la reflexión, la educación e incluso la terapia psicológica”. Sin embargo, no se conoce una política pública integral en ese sentido. No hay un plan nacional de prevención y menos aún de reinserción; lo que hay es una policía militar cada vez más grande y poderosa.

 

La Guía es reveladora cuando confunde a la representación política con el poder, mismo que define como “la facultad de actuar y tomar decisiones en nombre de otros”. A pesar de que se reconoce a la política como “asunto de todos”, el evangelio lopezobradorista la delimita al gobierno representativo. El poder, según la 4T, es tema de la autoridad. Ello explica la clara animadversión del régimen ante los movimientos sociales ajenos a la sumisión partidista. En cambio, los guiños del régimen hacia sus aliados religiosos y neoliberales tienen una perla: “la familia como principal institución de seguridad social en México”. Menos Estado y más familia es, paradójicamente, una reivindicación de los “conservadores”. La Guía incluye también una bonita reivindicación de la vida animal y vegetal; lástima que tal compromiso no fue muy claro a los ojos del ex secretario Víctor Toledo.

 

Con sus claras deficiencias, la declaración de principios éticos de la 4T es un ejercicio legítimo para poner sus cartas ideológicas sobre la mesa. Para clarificar que su proyecto es reformista y no es de izquierda, sino de un centro humanista-religioso. Más cerca de la política neopentecostal que de la teología de la liberación, la doctrina lopezobradorista busca distanciarse del realismo político amoral, pero reivindica una moral sin política. Sus principios no son emancipatorios; su idea de bien común es más una moral privada que una ética laica. Al ser más discurso que práctica, en términos weberianos, la ética de la 4T es aparente convicción, pero no responsabilidad.

 

El sistema de valores que reivindica la 4T no será de izquierdas, pero posee fundamentos mínimos que, ni de discurso, reivindicaron los cleptócratas del pasado. La Guía está cargada de buenas intenciones; es moral cristiana pura y dura.

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