Las Fiestas del Mundo

Las Fiestas del Mundo

Mientras la carrera por producir una vacuna efectiva contra el SARS-CoV-2 hace que las farmacéuticas se soben las manos por las futuras ganancias, la pandemia COVID-19 sigue engullendo todo, o casi todo, en el mundo. Para recordar: el 28 de febrero pasado se confirmó el primer contagiado por coronavirus en el país y, pocas semanas después, el 16 de marzo, se instauró la Jornada Nacional de Sana Distancia que suspendía completamente, por al menos unas semanas, las actividades no esenciales: escuelas, oficinas, centros deportivos, iglesias, bares, restaurantes, barberías, gimnasios, etc., cerraron. Y, con todo ello, se clausuraron las posibilidades de festejo de fechas importantes y pilares para la convivencia social. Algunas ya se cumplieron y otras, irremediablemente, se cumplirán sin su respectivo agasajo.

 

El día del niño, por ejemplo, es un festejo que fue establecido en el país el 30 de abril en 1924 por José Vasconcelos, Ministro de Educación Pública, de acuerdo con el espíritu de la Declaración de Ginebra sobre los Derechos de los Niños. Los chiquillos, desde el Kinder hasta el 6º de primaria, podían ese día especial, default, asistir a sus centros educativos con ropa de calle, criterio suficiente ya de felicidad. Obligado era el bailable de El Ratón Vaquero, de Cri-Cri o de La Onda Vaselina, el recreo extendido, la rebanada de pastel, la gelatina y la bolsita de variados dulces pica-muelas. A la salida, los afortunados todavía eran llevados por sus padres a disfrutar malteadas, hamburguesas o helados, sin límite alguno de ingesta de calorías.

 

El día de las Madres, el 10 de mayo, institucionalizado en 1922 a iniciativa de Rafael Alducín, como una contrarreacción al movimiento feminista, era la oportunidad anual para homenajear a la sacrosanta figura materna de la familia. Desde el “Señora, Señora” de Denisse de Kalafe, el desayuno en el Sanborns de los Azulejos, el festival escolar, la ida al teatro, la comilona con casa llena, la vista en el sillón del DVD del concierto de JuanGa en Bellas Artes, los perfumes, las carteras, los aretes, las tarjetas, los tintes y hasta los electrodomésticos eran parte de tal magna celebración. 

 

La Independencia, incluso con su acento patriotero, también es parte de tal catálogo de fiestas importantes. Aunque es el 16 de septiembre el día en que se marca el inicio de la Guerra de Independencia de México, encabezado por Miguel Hidalgo y Costilla, el día anterior es en el que se da la cúspide de festejos. Ahí lo ineludible es la visita al Centro Histórico para admirar los adornos y alumbrado de la plaza central; la noche mexicana en casa es con pozole, pancita, tostadas, enchiladas, aguas frescas y aguas locas; la verbena popular es con trajes típicos, bigotes, mariachis, mezcal, tequila, olor a pólvora y el “Grito”, seguido de los célebres, y sin sentido, cohetones.

 

El día de Muertos es quizá la festividad más significativa en todo el año. 1 y 2 de noviembre son las celebraciones cristianas del Día de los Fieles Difuntos y de Todos los Santos, concertadas con la honra mesoamericana a los muertos. Ya declarada como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, es la mera ocasión para preparar y disfrutar, incluso días antes, las calaveras literarias, la ofrenda, las calaveras de dulce, el cempasúchil, las fotos y recuerdos de los que ya se fueron, el papel picado, el copal y, sobre todo, el rico pan de muerto. Congeniada con el Halloween, también es permitido, sin tanto pancho, abrazar la noche de brujas y el ahora ya “tradicional Desfile de Muertos”, de manufactura 007. 

 

Finalmente, el maratón “Guadalupe-Reyes” culmina los festejos que se prolongan hasta el 6 de enero del año cronológico contiguo. Desde el día de la Virgen de Guadalupe, que incluye el arribo de los peregrinos y las mañanitas con Lucerito, la Noche Buena, la Navidad, el Año Nuevo y hasta la llegada de los Reyes Magos, el ambiente festivo se vive a través de brindis, arcones, regalos, árboles y nacimientos, posadas con ora pronobis, villancicos, ponche con caña y piquete, sidras, uvas, deseos, conteos, juguetes y desfalcos. Ya lo concerniente a la cruda social del 7 de enero es responsabilidad del ciclo siguiente.

 

Lo vivido hasta ahora nos indica que nada de lo referido aquí pasará. Aunque en los dos primeros casos la cuarentena se haya roto para intentar agasajar a los infantes y, de modo especial, a las jefas, difícilmente habrá oportunidad este año para cumplir con las obligadas fiestas sociales. Posiblemente una alternativa, cuando todo termine, sea lo que algunos antropólogos refieren respecto de ciertas sociedades premodernas: la alegría con la que éstas esperan una festividad futura es tan grande que, transgrediendo la dimensión temporal, ¡la festejan de una vez! Quizá, cuando se pueda, cuando estemos todos vacunados, cuando ya no haya muertos ni hospitalizados, cuando nos volvamos a ver y a tocar sin suspicacias y desconfianzas, podremos de nuevo festejarnos felices, y de golpe, todo lo que las pasadas y futuras fiestas nos deben.

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