En principios de noviembre, la familia de Willian Castro pasó tres días en el techo de una empacadora de plátano buscando ponerse a salvo de las devastadoras inundaciones del huracán Eta en Honduras. La tormenta arrasó su hogar al igual que el de miles de personas que ahora viven en las calles.
La entidad en San Pedro Sula, al norte de Honduras, donde habitaba Castro, un barbero de 34 años, es una de las más golpeadas no solo por Eta sino por el otro poderoso huracán que le siguió, Iota.