El tenor mexicano Rolando Villazón ofreció charla virtual a jóvenes becarios

El tenor mexicano Rolando Villazón ofreció charla virtual a jóvenes becarios

Por José Juan de Ávila

 

Rolando Villazón recita de memoria y en inglés Ash Wednesday, el poema de T. S. Eliot; recurre a Oscar Wilde para reconciliar en una frase amistad y críticas, al referir que los mejores amigos son quienes dan las puñaladas en el pecho, y, en lugar de recomendar libros de autoayuda, sugiere leer La conquista de la felicidad, de Bertrand Russell, porque para el tenor un cantante debe ser atleta y artista que se nutre igual de grandes figuras de la ópera, que de poetas, filósofos, bailarines, tenistas o clowns.

 

La superestrella mexicana de la ópera internacional ofreció el martes 4 de agosto una charla de casi tres horas a becarios del Opera Studio Beckmann desde su casa en París, donde el también director de la Mozartwoche de Salzburgo eligió vivir, porque siempre quiso habitar en un libro de Julio Cortázar.

 

Ante alrededor de 40 afortunados que atestiguaron el regreso virtual de Villazón a México, donde no ha cantado en al menos una década, el célebre tenor dio una cátedra a jóvenes e invitados sobre qué van a enfrentar en el mundo del arte lírico, incluyendo, envidias, nervios, crisis, las enfermedades y lesiones y, consecuentemente, las cirugías en las cuerdas vocales, como la que lo retiró un año de los escenarios, que a su juicio no deberían ser vistas como tabúes, sino abordarse públicamente por cantantes.

 

“Los problemas de los cantantes son el reflujo, las alergias, el cansancio, los nódulos, los quistes, para los que hay que estar preparados, porque, además, son tabúes, nadie habla de ellos. No tengo un dato científico, es empírico, pero vamos a decir que el 70 por ciento de los cantantes ha pasado por el bisturí, ahí se los paso al costo. Es algo de hecho bastante común. Hay casos muy fuertes, como fue mi caso o el de Natalie Dessay, pero en general ese 70 por ciento que les digo es una operación de 20 minutos, deja uno de cantar tres, cuatro semanas, y regresa uno sin problemas. Es normal. Los atletas se lesionan, tienen una intervención, regresan sin problemas, lo mismo que el cantante.

 

“Pero en el mundo de la ópera... y entiendo por qué, porque apenas alguien anuncia que va a operarse, cuando regresa todo mundo dice: ‘Ya no es lo mismo, na, na, na’. Te enfrentas a todo un problema que tiene que ver con la salud mental. Es muy difícil. Por eso los cantantes no hablan de ello, nadie habla de ello, o pocos hablan de ello. Poco a poco alguno ya está hablando, Sondra (Radvanovsky) ha  hablado de ello, alguno que otro lo menciona en entrevistas. Sería buenísimo que todos lo mencionaran y que al fin pudiéramos hablar abiertamente de esto. Yo he tenido jóvenes de su edad o más que llegan espantadísimos: ‘Es que me salió una bolita’. Es normal, eso puede pasar y no necesariamente es por la técnica o por el repertorio, puede ser por eso, pero no necesariamente”, expuso Villazón a los becarios.

 

Aconsejó a los jóvenes cantantes a mantener un nivel de arrogancia en sus carreras, a no pedir perdón por tener buena voz o haber logrado una buena técnica. Sin embargo, los instó a prepararse más allá.

 

“El cantante de ópera es atleta y artista, no hay artista sin atleta. De base son atletas y está bien observar las carreras de los deportistas de alto nivel. Hay un libro, The inner game of tennis, de un tenista (Timothy Gallwey) que escribió sobre la batalla dentro de su cabeza a la hora de jugar. Muchas cosas puede aprender el cantante de ópera del tenis.

 

“La manera de nutrir al artista es: lean, vayan a exhibiciones, escuchen música de cámara (...) Miren a los bailarines. Nosotros, como seres del escenario, aprendemos más de un bailarín, de una coreografía, que de un actor, porque el actor trabaja con muchas emociones internas, y es un trabajo dificilísimo, tiene que encontrar todo: el ritmo, una voz para sus personas, una condición... Y todo eso lo tienes tú ya, te lo da el compositor: el ritmo, la expresión del sentimiento, ahora tú cómo lo haces. Hay otro libro que les recomiendo: El actor invisible, de Yoshi Oida”, recomendó Villazón, autor también de tres novelas, además de dibujante y embajador de la organización humanitaria de clowns Narices Rojas.

 

Villazón (Ciudad de México, 1972) instó a asumir su responsabilidad con su instrumento vocal a los jóvenes becarios del Opera Studio Beckmann, que dirige desde Tequila el tenor Benito Rodríguez y que durante los meses de pandemia les ha ofrecido charlas virtuales con otras personalidades de la ópera internacional como los mexicanos David Lomelí, Rebeca Olvera y la española Nancy Fabiola Herrera; el agente y empresario de zarzuela uruguayo Marcello Pérez y el pianista cubano Ángel Rodríguez.

 

Entre anécdotas personales y bromas, el tenor hizo recomendaciones literarias y para que los jóvenes incursionen incluso en la canción latinoamericana en su preparación como cantantes de ópera; hizo revelaciones personales como su afición a releer Palinuro de México, la grandísima novela del premio Cervantes 2015, Fernando del Paso, o su actual obsesión con la narrativa del argentino Ricardo Piglia.

 

Además, sugirió a los cantantes ser rebeldes, no boy scouts, para apropiarse de las obras. “Si tú quieres dar la interpretación que va a marcar la diferencia, se la tienes que robar al compositor”. Y parafraseando un poema de Jorge Luis Borges, comparó al cantante de ópera en escena con un tigre.

 

“La partitura es el mapa, no el paisaje”, añadió Villazón, también director de escena

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