La casa de subastas Christie’s consumó ayer en París, Francia, la venta de piezas de origen precolombino, sin hacer caso del reclamo del gobierno de México de no realizar la puja debido a que las piezas pertenecen al patrimonio histórico y probablemente salieron del país de manera ilegal.
Al final de la subasta titulada Quetzalcóatl: serpiente emplumada se obtuvieron poco más de 2.5 millones de euros en total. Muchos objetos superaron el precio estimado; sólo no se vendieron tres de las 40 figuras de antiguas civilizaciones de México, Chile y Ecuador.
La secretaria de Cultura federal, Alejandra Frausto, dijo en rueda de prensa que le indignaba ver cómo se vendieron las piezas, “incluso las falsas”, y aseguró que la dependencia a su cargo, “de la mano de la diplomacia”, seguirá dando la batalla para recuperar ese patrimonio.
El arqueólogo mexicano Daniel Salinas Córdova, quien alertó en redes sociales sobre la venta, señaló que “los millonarios intercambian patrimonio por cientos de miles de euros. La ausencia y el despojo continúan”.
La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) emitió un comunicado el 3 de febrero en el que expresó el rechazo del gobierno mexicano a la venta en el extranjero de objetos culturales prehispánicos mexicanos, que bajo la legislación vigente son propiedad de la nación, inalienables e imprescriptibles, por lo que solicitó que verificara su legalidad.
Sin embargo, la venta de 33 piezas originarias de las culturas maya, mexica, tolteca y teotihuacana se realizó sin contratiempos.
Una estatua de Cihuatéotl, diosa de las mujeres que mueren al dar a luz, obtuvo la cifra más alta, al venderse por 500 mil euros (unos 12.1 millones pesos). “Los aztecas consideraban el parto como una forma de batalla, y sus víctimas eran honradas como guerreras caídas”, describe la ficha de esa figura de 87 centímetros de altura originaria de Veracruz, fechada en el periodo clásico tardío.
Según la subastadora, la obra la adquirió el galerista Emile Deletaille en Bruselas en 1968, luego de haber sido encontrada en El Zapotal, sitio ubicado unos 40 kilómetros al sur de la capital veracruzana, donde se realizaron excavaciones en la década de los 70.
Los focos rojos se encendieron cuando Salinas Córdova publicó, a finales de enero, un artículo lamentando una venta más del patrimonio mexicano. Explicó que las piezas son parte del patrimonio nacional, “independientemente de que hayan sido sustraídas del país antes de 1970 y, por lo tanto, queden fuera de la temporalidad cubierta por los múltiples tratados y convenciones internacionales contra el contrabando de bienes culturales”.
Diego Prieto, titular del Instituto Nacional de Antropolgía e Historia (INAH), afirmó hace una semana que era “un acto no admisible para los mexicanos, se trata de bienes de la nación y no se puede comercializar con ellos”. Por su parte, la SRE anunció gestiones y se interpuso una denuncia ante la Fiscalía General de la República.
Una máscara teotihuacana (lote 23) fue la segunda de mayor precio, con 437 mil euros, a pesar de que el INAH puso en duda su autenticidad. El origen de este “rostro impresionante” de piedra verde “se remonta a William Spratling, reconocido por su trabajo de joyería en plata en México. Luego fue adquirida por la galería Pierre Matisse, en Nueva York, en 1938”, dice el catálogo.
El resto de los lotes fueron vendidos entre 5 mil y 50 mil euros. Destacaron dos vasijas mayas, que alcanzaron 100 mil y 137 mil euros, y el lote 40, “estatua de un dignatario azteca”, vendida en 122 mil euros.
La secretaria Alejandra Frausto reconoció que se trata “de un tema complejo que lleva mucho tiempo arrastrándose en México. Lo novedoso es dar una batalla pública porque ahora la legislación nos permite hacer exhortos, que ayudan a dar visibilidad” al asunto.
Calificó de hostil la legislación francesa sobre este tipo de subastas, “pues ellos presumen que se trata de ‘bienes privados’”. La funcionaria destacó que gracias al trabajo diplomático que se ha realizado, en lo que va de la presente administración se han recuperado 3 mil 500 piezas, entre ellas objetos prehispánicos que se devolvieron a Perú, por pertenecer al patrimonio cultural de esa nación.