Requiem for Revolution es el título de un libro de Ruth Leacock sobre la campaña anticomunista dirigida desde los Estados Unidos en el Brasil de los años 60s. Recientemente, el periodista y documentalista Bill Gentile tituló así un artículo de opinión sobre la crisis política en Nicaragua. Gentile retrató el triunfo de la Revolución Sandinista en 1979 para encontrarse ahora con un régimen autoritario encabezado por Ortega y Murillo. La idea de Revolución que operó en el imaginario colectivo latinoamericano del siglo pasado quizá no ha muerto, pero sí ha mutado. Las autodenominadas Revoluciones Bolivariana y Ciudadana en Venezuela y Ecuador no fueron, por ejemplo, triunfos guerrilleros. En el México actual, incluso hay quien prefiere hablar de “transformación”.
Recientemente apareció el libro Latin American Guerrilla Movements. Origins, Evolution, Outcomes (Routledge, 2020) editado por tres reconocidos especialistas en movimientos revolucionarios latinoamericanos: Dirk Kruijt, Eduardo Rey Tristán y Alberto Martín Álvarez. El libro es una pieza excepcional. En sus páginas es posible leer a autores (as) referenciales sobre el tema, quienes presentan, en un solo volumen, una lograda síntesis de la mayor parte de los movimientos rebeldes de la región en la segunda mitad del siglo pasado. Dichos movimientos insurreccionales se vieron fuertemente influidos por el triunfo de la Revolución Cubana, algunos por la teología de la liberación y varios por la noción del foquismo. Desde el triunfo cubano de 1959 hasta el fin de la guerra civil de Guatemala en 1996, los movimientos revolucionarios pueden ser concebidos, según los autores, como parte de un mismo ciclo de radicalización, visión similar del mundo y formas deacción.
Una parte destacada de la obra es la dedicada a las guerras en Centroamérica. Se pasa revista a la articulación de las fuerzas revolucionarias en Nicaragua bajo el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) formado en 1961, la formación del salvadoreño Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en 1980 y de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) en 1982. El sandinismo triunfó, pero las guerrillas de El Salvador y Guatemala no. Esos dos países vivieron procesos de pacificación (paradójicamente, con violentas posguerras), de modo que los procesos por lo general no se estudian como “revoluciones” sino como “conflictos armados”.
Una obra fundamental para el estudio de los movimientos guerrilleros de América Central es Revoluciones sin cambios revolucionarios (F&G Editores, 2011), última obra en vida de Edelberto Torres-Rivas. Ahí, el connotado sociólogo guatemalteco afirma tajante que la Revolución en Centroamérica fue derrotada. Las revoluciones, en la propuesta del autor, son respuestas a la dominación de clase y a la represión estatal, se plantean cuando no hay otra salida y son exitosas sólo si logran tomar el Estado y cambiar a la sociedad. Las revoluciones, a decir de Torres-Rivas, triunfan ante las dictaduras, no ante las democracias.
Los procesos revolucionarios latinoamericanos, en el ciclo señalado por Kruijt, Rey y Martín, coinciden aproximadamente con el período de la Guerra Fría. Si la Revolución, como concibe Torres-Rivas, sólo existe cuando triunfa, sólo Cuba y Nicaragua lograron profundas transformaciones políticas y sociales. En nuestros días, lo que fueron movimientos revolucionarios son hoy fuerzas políticas no vanguardistas. Como partidos, el FSLN del presente es autocrático, el FMLN salvadoreño se desvanece y la URNG es una fuerza política menor. Incluso, los movimientos populares del presente son por lo general independientes del sistema de partidos. La Revolución del Siglo XX espiró, la del XXI es todavía una hoja en blanco.