No se sabe a ciencia cierta el momento en el que comenzarán las referencias narrativas al periodo iniciado en el marzo 2020 mundial, cuando la vida social fue interrumpida por la epidemia global provocada por el coronavirus. Como la gran mayoría de la población ha tenido una experiencia directa o indirecta al respecto, mientras más pasen los meses y años, las alusiones a la actual coyuntura se irán llenando de detalles y curiosidades, muchas de ellas reales y otras, por supuesto, inventadas.
Pero lo interesante no es eso, que es finalmente una cuestión normal; lo atractivo es que, con el paso del tiempo, aparecerán generaciones sin algún contacto consciente, o físico, con la pandemia y con los procesos que de ella surgieron. A unos se les “recordará” lo que sucedió, y más o menos tendrán una perspectiva apegada al curso de los hechos en consonancia con lo reconocido por la mayoría. Pero a otros se les inscribirán hechos y escenarios que nunca pasaron, y seguramente no habrá voluntad, ni utilidad, para desmentirlos.
En el primer caso, una historia, que puede ser contada de manera razonable, puede ir más o menos así: La enfermedad COVID-19, ocasionada por el coronavirus 2 del Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS-CoV-2), identificado por primera vez en diciembre de 2019 en la ciudad de Wuhan, en China central, generó en el año 2020 una pandemia global. Desde los primeros contagios se supo que existía un potencial muy alto de diseminación mundial de la enfermedad. Así, entre febrero y marzo, la cantidad de infecciones y muertos en todo el planeta fue creciendo exponencialmente hasta, cerca de tres meses después, alcanzar su pico máximo. Se tomaron algunas medidas básicas para evitar el avance local de la enfermedad, como la disminución de la actividad comercial, cultural, de entretenimiento, por ejemplo. Fue necesario, asimismo, el uso extendido de cubrebocas, caretas, guantes y, sobre todo, de distancia física entre los seres humanos. Una obvia crisis económica azotó el mundo, sin embargo, la recuperación fue lenta pero efectiva. Respecto del virus, aunque hubo algunos rebrotes en algunos países, la enfermedad entró pronto en remisión hasta la aparición, en el año siguiente, de una vacuna y un tratamiento efectivo. El coronavirus dejó, sin duda, muchos desafíos por resolver.
En el segundo caso, una historia que es posible que se cuente en algún lugar, en aproximadamente 20 años, se podría desarrollar así: El 2020 había comenzado muy bien. Los primeros propósitos iban poco a poco cumpliéndose cuando un día se oyeron rumores sobre un extraño virus. China y todo el Oriente Lejano ya habían sido arrasados cuando se supo de contagios en toda Europa. Los gobiernos inmediatamente cortaron contacto con el mundo y levantaron muros alrededor de sus fronteras. Sin embargo, el virus ya estaba diseminado por todo el globo: cada continente, cada país, cada localidad, tenía ya múltiples infectados, quienes durante semanas precedentes habían sido diagnosticados en hospitales con afecciones menores. Cuando la enfermedad mostró su verdadero rostro, y sobrevinieron las muertes por millones, el horror se apoderó de todos y las autoridades decretaron estado mayor de emergencia; actividades, de cualquier tipo, se suspendieron y los pobladores del planeta permanecieron encerrados en bunkers hasta nuevo aviso. Y así, recluidos y asustados, con el mínimo de víveres y condiciones para sobrevivir, todos vieron pasar día tras día el avance del virus. La política, la ciencia y la religión sucumbieron todas por igual. La radio, único medio posible, fue el que después de muchos meses decretó el fin de la pandemia. El virus, creado artificialmente, cumplió su ciclo y de manera autónoma se destruyó. Ha sido, quizá, la mayor prueba para la humanidad desde la gran peste medieval.
Cualquiera de estas dos historias puede ser relatada, sin problema alguno, a aquellos ajenos físicamente a la pandemia actual. Incluso, múltiples versiones, mucho más conservadoras y/o más exageradas podrían ser contadas sin sospecha de ser apócrifas o tendenciosas. Quizá haya, en esos años, profesionales de la memoria con posibilidad de enmendar o ratificar tales narraciones. Por lo pronto, aunque aún no es una dificultad, bien podríamos ir pensando en cómo y qué vamos a contar, en un futuro, respecto de la epidemia que hoy, todavía, nos tiene en vilo mundial.