Los Amigos del Mundo

Los Amigos del Mundo

No pocos opinan que este prolongado período de pandemia está poniendo a prueba algunas cuestiones que transcurrían antes más o menos armoniosamente. Tal es el caso, por ejemplo, de las relaciones familiares, las cuales nunca habían estado sometidas a este grado de ineludible coexistencia en ciclos 24/7 sin freno alguno. Lo mismo, la vida comprendida en pareja, en la cual parece no haber un descanso a la intimidad mutua y donde cada espacio del hogar obliga a ser coactivamente compartido. No obstante, la amistad, esa relación afectiva, simpática y de confianza que se establece con otros que no son del núcleo familiar, y a quienes no se les profesa amor, abierto y directo, no apunta en la misma dirección. Los lazos y afinidades que unen a estos seres, que pueden ser más de dos a la vez, se han maximizado en estos tiempos covidiosos y sugieren suplantar a aquellas dos primeras uniones, ya comentadas, un tanto anticuadas y bastante deterioradas.

 

Pero habría que matizar las cosas. Los amigos, como tal, parecerían no ser en bruto y en automático todos los que se asumen en el mundo virtual; no exactamente las decenas y decenas de nicknames y profiles que hinchan las redes sociales propias. En Facebook, por ejemplo, la categoría es exactamente ésa, y aunque no siempre implica amistad, tampoco es difícil ser “amigo” ahí. Significa felicitar al otro cada año en su onomástico y/o cumpleaños; darle like a su “cada tres días” nueva foto de perfil; poner “puntito” en sus threads para saber qué tipo de Maruchan se es; no dejarlo en “visto” más de 20 días; y, para amacizar, aparecer conectado por lo menos en algún live como prueba fehaciente de incondicionalidad.

 

Pero incluso para evitar cualquier confusión, el finado Google+ reivindicaba tal categoría y la separaba de otras, en distintos círculos, con opción de ser privados para evitar malentendidos y/o personas ofendidas. Estaban, así, “Familia”, “Conocidos”, “Colegas”, “Compañeros”, “Seguidores”, entre otros. Y se podían agregar más a gusto personal: “De la Secta”, “Los del Fut”, “Antreros”, “Suicidas”, “El Crush”, “Juan Plomero I”, “Juan Plomero II”, etc.

 

Y aunque que el mundo material parecería no ser igual al virtual, casi como una obviedad, la categoría “amigo” perteneciente al primer régimen y no al segundo, no evitaría que forjáramos nuevas e inéditas amistades más allá de las físicas. No es que los de “afuera” sean mejores que los de “adentro”; son llanamente diferentes. En la vida real, sería imposible tener más de cinco amigos porque, de forma lógica, no habría tiempo suficiente para ellos; no se les podría atender, procurar y consentir como se merecen. Así, una persona quizá tendría uno, dos o, ya exagerando, tres amigos, que por lo regular datarían de la infancia o de la adolescencia, cuando los afectos eran más puros, más simples y más virtuosos. Pero en la existencia virtual es diferente.

 

¿Cómo se sabe quién forma parte de ese medio puñadito de amigos en la vida real? Desde la niñez hasta el umbral de la juventud, los amigos fueron quienes acompañaron, sin nunca decir “no”, cada una de las aventuras, vagancias, tristezas, gozos, necedades y desconectes escolares, corporales, afectivos, festivos, etílicos y, en algunos casos, hasta delincuenciales.

 

Ya después, sólo restaba testificar la afirmación o expiración de tales; festejar o reprochar su unión o alejamiento.

 

A diferencia de ello, en la vida virtual, en las redes digitales, actualmente se forjan inesperados afectos, simpatías y confianzas con todos aquellos con quienes colectivamente se ha vivido el día a día de la presente pandemia; ya sea en las discusiones en foros, en los chats nocturnos, en las transmisiones en vivo, en los eventos live, en el análisis de memes e, incluso, en el transcurso del homeoffice y el homeschooling. Y cada nuevo encuentro, o cada nueva ausencia, simplemente indica una conexión actualizada de esa inédita amistad que poco a poco se va instaurando.

 

Es evidente que, ante el alejamiento físico actual, provocado por el maldito virus SARS-CoV-2, se han potenciado nuevos vínculos y encuentros con los otros. Después de todos estos meses, todos esos lazos con tanta y tanta gente nos lleva a cuestionarnos no sobre la naturaleza y privilegio la categoría “amigo”, sino, más bien, sobre qué vamos a hacer cuando todo termine, cuando por fin ya podamos vernos todos en vivo. Y esa será una lejana pero bonita cuestión.

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