Nepoleón Duarte a la mexicana

Nepoleón Duarte a la mexicana

Un mandatario latinoamericano escenificó una de las postales más vergonzosas de subordinación ante el Imperio norteamericano: acudió a los jardines de la Casa Blanca para, literal, besar la bandera de los Estados Unidos. Ese político vivía su sexta década, había sido ya alcalde de la capital de su país. Antes de llegar a la presidencia, sufrió un fraude electoral y la persecución del régimen autoritario. Era religioso, contaba con un apoyo popular significativo, fundó un partido y después pactó con los militares. Sus adversarios eran la extrema derecha y la izquierda insurgente, pero las fuerzas reformistas, y sobre todo los Estados Unidos, eran sus principales aliados. Su nombre era José Napoleón Duarte, presidente de El Salvador (1984-1989). El incidente ocurrió en plena guerra civil salvadoreña, en octubre de 1987, cuando Duarte agradeció así el apoyo militar contrainsurgente del gobierno de Reagan.

 

En otro contexto, las muestras de agradecimiento de AMLO ante Trump ya no se dan besando la bandera yankee, pero sí con discursos condescendientes. El presidente mexicano es un prolífico escritor, con una obra tan extensa como la de Luis Pazos. En 2017, AMLO presentó su libro ¡Oye Trump! en Los Ángeles. Ahí señaló contundente: “es una canallada de Trump y sus asesores … el que se expresen de los mexicanos como Hitler y los nazis se referían a los judíos”. Calificó a Trump de “neofascista” y criticó a los gobiernos neoliberales de México que se sometieron a los designios de los EE. UU. Ya como presidente, arropado por la burguesía nacional, con el neoliberal T-MEC bajo el brazo, en plena pandemia y campaña electoral norteamericana, AMLO viró un poco su discurso; pareciéndose más al Duarte de 1987 que al AMLO del 2017.

 

En su intervención de la semana pasada en la Casa Blanca, AMLO habló fluido, agradeciendo de forma clara a Trump por no “tratarnos como colonia” sino como “nación independiente”. Agregó: “quise estar aquí para agradecerle al pueblo de Estados Unidos, a su gobierno y a usted, presidente Trump, por ser cada vez más respetuosos con nuestros paisanos mexicanos”. Según AMLO, hemos recibido de Trump, “en vez de agravios, comprensión y respeto”. Después de esas palabras, de ignorar a la diáspora y de seguir trabajando como la policía migratoria del Imperio, besar la bandera ya quedaba de más. Trump recibió con alago las palabras que de algo le ayudarán en su campaña. A las pocas horas del encuentro, el candidato republicano reivindicó su muro fronterizo, incluso como barrera ante el coronavirus supuestamente proveniente de México.        

 

Además de sus seguidores incondicionales, el discurso de AMLO recibió elogios de la burguesía mexicana y sus voceros. Ha quedado claro que para la 4T pesa más la voz de un Salinas Pliego o un Slim que de un González Casanova. La oligarquía en éxtasis se desvivió en aclamaciones al presidente. Salinas Pliego, el enemigo de las cuarentenas, pero beneficiario de la 4T, celebró “un gran día” para los tres países firmantes del T-MEC, reivindicando al libre comercio que “es la piedra angular de la civilización que nos separa de la barbarie”. El Consejo Coordinador Empresarial felicitó al presidente por su “exitosa” visita a los Estados Unidos.

 

Quizá las felicitaciones más eufóricas provinieron de uno de los empleados del multimillonario Olegario Vázquez Aldir, acompañante de AMLO a los EE. UU. y destacado integrante de su consejo asesor empresarial. Un conocido conductor de televisión, al borde de la catarsis, aplaudió el “excelente mensaje del presidente”, a quien vio “victorioso y fortalecido”.

 

Cuando Duarte besó la bandera de sus aliados, recibió la aclamación de la oligarquía nacional. Fracasó en sus intentos pacificadores y reformistas. Cedería el poder a la ultraderecha, también patrocinada por el Imperio. La acumulación por medio del saqueo y el robo de los derechos de las personas configuran un “capitalismo de rapiña”, denominado por David Harvey como “nuevo Imperialismo”. Ese sistema de desposesión ocupa naciones dependientes y liderazgos sumisos. Afortunadamente, a AMLO le quedan algunos años de gestión para dejar de parecerse al político salvadoreño, a quien por cierto llamaban “mesías”.

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