En el proceso de la pandemia aprendimos que el acoso se da virtualmente, la gente le llama a otra hasta la náusea para saber lo mismo de siempre, las mismas cosas que hace todos los días, pero sabemos que es un mecanismo punitivo, de averiguación de la información de los chismes en el panóptico digital. Encarnan en sus comunicaciones su afición a un capitalismo de la vigilancia digital.
Las mujeres hoy día inventan una nueva versión del acoso de cuándo deben dar santo y seña de que no están en contacto con el hombre o la mujer que les causa problemas a parejas, compañeros, amigos, enemigos y toda la fauna que se acumula en su terminal digital. El sistema de créditos de la conducta que los chinos inventaron es una cosa de niños de primaria con respecto del acoso digital.
La vigilancia digital de nueva generación que implica nuevas formas de acoso, es una muy sutil que no se detecta por el vigilado, pero con la cual las instituciones y las personas de ellas ejercen el control de la comunicación, las reuniones, las relaciones, la sexualidad y todo aquello que se opere para saber y catalogar todo lo que hace una persona tras las pantallas de las terminales digitales.
Desde luego es una fiebre de todos por lanzarse tras la última información, y es un capitalismo porque de lo que se trata es de las artes difamatorias de saber qué hace el otro que lo manifiesta como perdiendo la línea de productividad. Pero que en resumidas cuentas es la forma estilizada de control y de injerencia en la vida privada de las personas. De modo que entrar de ese modo en la vida privada es orillarlos a un tratamiento técnico que lo vuelva productivo.
Las quejas de los demás sobre el vigilado hacen el tejido de las relaciones de poder que implica que las relaciones sociales deban ser de producción de acuerdo con lógicas que son las del acoso y las del abuso a la intromisión en la vida privada. Y donde las prácticas de vigilancia se cargan de toda la negatividad por haber fallado a la producción y a la moral del grupo de la medianía gris que es la que carga la negatividad y les da un escape a los del grupo cobrándole la cuota al vigilado quien tiene que soportar el tratamiento cultural de esas emociones negativas a cuestas con el maltrato de la vigilancia y el peso de las opiniones.
El shitstorm de las opiniones negativas y del sistema de puniciones sociales, elabora el cuadro de la terapia negativa en la cual si o si el vigilado debe adecuarse y entender. De modo que el vigilar se hace impersonal pero las cuestiones de fondo son muy personales, les molesta la otredad del otro, y la tratan de extirpar por la punición impersonal. De modo que la demanda nunca ocupa lo directo, sino que indirectamente operan los presupuestos de la mentalidad común de vigilar para castigar.
La dupla foucaultiana de vigilar y castigar es ahora la dupla de la estructura pre-consciente de ser vigilado y castigado como modelo de progreso económico pero en el ámbito virtual, donde lo impersonal del algoritmo digital protagoniza en lo horizontal y lo vertical el panóptico de las estructuras disciplinarias de las que hablaba Foucault pero ahora en procesos de la pura positividad excluyendo la negatividad y por ello mismo de la imposibilidad del intercambio con eso negativo sino a tras-luz de la tecnología.
Baudrillard en el intercambio imposible señalaría que el acoso sexual como negatividad ya no se daría del hombre a la parte íntima de la mujer, y ahora sería de estar tras la pantalla a la intimidad de su vida privada habiendo expulsado a la sexualidad directa, y dejando una sexualidad indirecta y viral que se llama impedir que se contacte con el otro. O sea que la negatividad del sexo, la pasión no se exprese en su vida de ellas.
Pero así como pasa con este tipo episodio baudrilleriano pasa con el nuevo vigilado no se trata de disciplina en seco así de aquí se hace lo que yo digo, sino del encauzamiento de la conducta deseada por modos indirectos y sutiles de una no-disciplina donde el algoritmo encarna la voluntad de lo impersonal y de lo positivo que no quiere vigilar y castigar pero es la metáfora de haz lo que quieras de todos modos entrarás si o si al redil porque igual que la idea de la autoexploración de sí mismo de Byung-Chul Han, tú mismo te convencerás de que debes entrar en el sistema de vigilancia y portarte bien.
El nuevo acoso ya no es el de la fantasía como en Baudrillard, sino de tu propio empresariaje de ti mismo, donde el otro finge necesitar información y tú la emites para estar en la conversación mientras que el sistema de valores los vigila y encausa muy a gusto todos. Es decir, en tu emprendimiento o cómo emprendedor de ti mismo, sabes que muy a pesar te esconderías detrás de una pantalla, pero sigues sintiendo todo lo negativo que sientes, pero como eres una imagen en el firmamento del internet nunca debes de salir más que en tu positividad, la pose, la impostación.
El capitalismo de vigilancia abre una dimensión nueva donde todo es impersonal y necesario al sistema, por ello ya no necesitamos la negatividad como en el sistema de puntos chino, si criticas al partido comunista te bajan los puntos y eso da cuenta de que no eres responsable y por ello debes pedir permisos para salir de viaje o para tener vacaciones. Acá está peor, eres reconvenido en alguna manera cuando te manifiestas (o expresas tu negatividad) te toman de loco y te sacan de la escena y te hospitalizan o te dan medicinas porque te atreviste a exponer como te molesta el sistema. Pero si puedes estar totalmente drogado tomando decisiones en la presidencia tratando de matar a los disidentes por las decisiones que tomaste. Porque en la vigilancia como capitalismo unos si entran y otros no.
La positividad nos da una imagen totalmente enloquecida de lo impersonal como esto que mencione o que de pronto el sistema de puntos te omita de tu capacidad de decidir, o qué el reconocimiento facial te detenga en el metro cómo potencial suicida o acosador y te den diez días en detención, una multa o una consulta psiquiátrica así porque el sistema te ha vigilado y eres peligroso para el grupo.
Pero también es la charla a menudo con Siri y con Alexa o el acoso ese incomprensible de cuando todos te quieren evitar que no salgas con alguien a manos de tus propios amigos.