De la guerra por las vacunas como guerra racial

De la guerra por las vacunas como guerra racial

De cómo se inmiscuyen en la agenda política de los intelectuales orgánicos como influencers en las decisiones de compra de las vacunas contra SARS-CoV2. En una afirmación explícita sobre qué decisiones guarda para la comunidad de los medios de comunicación la necesidad de hacer compras de vacunas al exterior en el orden de prioridades sobre laboratorios norteamericanos o europeos, que les sirven a los intelectuales del sistema (el sistema de los sexenios anteriores) para hacer la guerra del miedo a la población y antagonizar con el gobierno en funciones.

 

A decir de ellos nadie confía en Rusia o China, y con sendas premisas tratan de definir la arena política y justificar el dinero que se embolsan por ese concepto, donde se mira que cobrar payola a las grandes farmacéuticas norteamericanas o a los intereses de los partidos políticos de la oposición es la vía de una racionalidad superior entendiéndola como ellos de voceros de la inteligencia de este país. Intereses estos en el balanzón de las compras en el mercado de la imagen, que defienden para posicionar a sus partidos que les dan línea para hacer conflicto de todo y vender activos de publicidad a partidos caducos y sin posibilidades reales de legitimidad en sus acciones.

 

Pero parece que nadie quiere regresar al pasado, nadie de los 60 millones que votaron a favor del proyecto actual parecen ver algo optimo en estas hazañas de intelectuales, sino solo a opiniones a palos de ciego, no hay tela de donde cortar, unas cuantas correcciones y la necesidad de obtener dinero gratis del estado por concepto de hacer de influencers del gobierno en funciones hablan mal de la reacción de hacer el viaje en el tiempo y ver a Rusia y China en el tema de las vacunas cuál si fuera la guerra fría y escandalizar por conocimiento que no tienen de los factores biológicos de las vacunas. Muchos de ellos y los que suscriben esas noticias y alarmismos no conocen el sistema de la ciencia de Rusia o China ni sus estándares de calidad, no saben leer en ruso o chino, no si quiera se ponen a leer las fuentes de investigación científica en esos idiomas, no conocen el lenguaje de la biotecnología con pericia y calificación para dar una opinión a fondo.

 

Organizaciones como la OMS avala los productos de las farmacéuticas que venden la vacuna, los laboratorios norteamericanos y si hay mucho de un juego al slow death con los países no avanzados como México, donde la premisa es que mueran las poblaciones atrasadas por causas naturales asociadas a la pandemia. La vacuna y lo que han gastado deben financiar la superioridad de las sociedades avanzadas, mientras que el detrito es la producción de un segundo momento donde no hay abasto suficiente y esa es para los países en desarrollo o no avanzados.Exponer a los otros en un empréstito suicida es una forma de necropolítica en ese sentido. La misma idea colonialista de los nuevos imperios donde se trata de acumular riqueza en base a la extinción del otro.

 

Entonces hacer la guerra por la vacuna es jugarle a vencer en una competencia contra la demora de producción y a la vez contra el virus mismo, es el handicap por tolerar a la política de las farmacéuticas occidentales. Jugar a la política en los medios para decir que una administración de los estados no neoliberales y avanzados falla, que las grandes mentes que venden su verborrea a quien les ha dado beneficios en tiempos de la corrupción, que los ha protegido y alimentado y eso es, dado de ese modo no es ejercer una forma de racionalidad que hable de un proyecto

distinto a ese.

 

Una racionalidad nueva derivaría del hecho de conocer bien que es la vacuna no del periódico, sino leer de las fuentes científicas, ver la evidencia en los medios y en el medio internacional hacer caso de los expertos que en el sistema político mundial de la salud, quienes no se expresan en contra del uso de otras vacunas. La racionalidad depende de la contingencia, la vacuna cualquiera que sea no es la solución absoluta. No existe tal, es el calentamiento global, la extinción de bosques, la explotación de la naturaleza, el extractivismo global y local, la idea de acumular riqueza extinguiendo, la que nos tiene en una situación de pandemia por un virus y contra la pared por la incapacidad de hacer efectiva, universal y gratuita la vacunación de manera global.

 

Lo que esos señores, los intelectuales, que dan cátedra en los medios sin saber nada de ciencia, ni leerla, ni explicarla no pueden venir a vender certezas que no existen, distribuidas por marcas o por partidos, no se trata de decisiones políticas, se trata de conocimiento experto, no se trata de generar branding como influencers y capos de los medios, sino de hablar del margen de probabilidad informada sobre las contingencias de la condición compleja del uso de una tecnología de la cual escribir novelas o libros de historia no garantiza que se sepa con claridad de que se habla respecto a la biología del mecanismo inmunitario de un virus.

 

Recibir un sueldo por hablar para inventar realidades sobre la venta de una supuesta verdad como un acto de fe y crear una religión de esa forma y de ese discurso para que la gente que tiene miedo de morir se consuele con esperar a la extinción porque a un laboratorio y a “don señores de la intelectualidad” se les dé la gana hablar de que es lo más seguro, de que es lo más verdadero. Es como pensar que ese mínimo de criterio que plantea las preguntas en medio de los pensamientos lo debemos acallar con discursos de televisión o de intelectuales que venden sus palabras para la política que los compra.

 

Certeza y contingencia no pueden resolverse a la vez. Es más, lo interesante de la inmunidad es que si el virus muta -cosa que puede ocurrir en cualquier momento- lo que es altamente contingente, implica que el riesgo por perder tiempo en hacerle caso a la fila de espera que vende la seguridad, nos deje en una situación de doble contingencia, no hay solución a la mutación, ni la vacuna nos va a servir si dejamos que el medio donde se ubican los contagios progrese en su dinámica de entorno biótico para el virus.

 

Vacunarse en Rusia o China o en EU o Europa como marcas nos deja claro que son negocios, no hay un interés por la salud en el sentido más universal y lógico, más que de manera lateral, si hubiera unidad todos los laboratorios y marcas se hubieran unido a trabajar juntos, pero el libre mercado guía la ciencia y más si se trata de vender una vacuna para beneplácito del estatuto de haber comprado la salud. Decir: comprar la salud, y como economistas o financieros correr un riesgo que tiene un intervalo de pérdida no demostrada de entre el 10 y el 20 % es un riesgo que nos da una ganancia aceptable si la inmoralidad del mercado les viene a pesar cuando se trata de hablar de certezas ahí es donde pensar en este sistema neoliberal, capitalista, rivalista, competicionista y de negocios está mal desde el principio y al mismo tiempo nuestra moralina es lo que nos resulta intolerable porque no hay política más que de regulación y no de certezas.

 

La certeza nos dice mucho de cuánto hemos hecho mal las cosas que el medioambiente se ha vuelto un enemigo y que usamos sus recursos hasta generar el mal en términos fractales. Del mal al mal, si solo podemos regular hay que hacer entonces una necroeconomia de las vacunas y eso es lo que está pasando, es decir, construir un báremo inmunitario: la gente de países avanzados inmunización pronta y expedita, países no avanzados slow death, hablar de la corrupción y de las pifias del estado y darle vueltas y dorar la píldora en los medios, abrir la comunicación a opinar en el para qué y que al final el enunciado magno es: todo lo explica su genética, que hace que racialmente sean inferiores y entonces los países avanzados que poseen la vacuna se pongan a construir un muro inmunitario que deba esperar por solucionar con una nueva vacuna que lleve a un ciclo de: “¡vaya que impresionante es la ciencia neoliberal han hecho una nueva vacuna para los desposeídos del mundo!, con todo y la dramatización de las historias de superhéroes y con ello separar racialmente la falta de rapidez con la debilidad de los inferiores hasta que genere más crisis y más justificaciones y un montón de productos para venderles para que luchen a sus posibilidades.

 

Si quieren esperar a eso podemos hablar de la necroeconomia desde este punto y desde ya, como esa economía nauseabunda que trata de ocultar que no hay posibilidad de un discurso de la certeza sobre la salud, cuando se trata de un mercado e intereses antes que la salud desde el principio, un discurso que todos tratan de enmascarar con la cuestión de que vacuna es mejor.

 

Y bajo el precepto biologicista de eliminar a los patógenos del cuerpo de la población mundial de las razas inferiores que serán inmunizadas más tarde y separadas del ámbito de la producción para tomar ventaja de su inferioridad, es decir, sujetarlas a una economía en crisis que se puede agudizar en deudas y enfermedad para que -bueno- haya que esclavizarse al trabajo como única salida al problema creado: necroeconomia.

 

Una guerra racial de los intelectuales de la TV todo ese intelect que dice Rusia o China es la raza enemiga, ¿de quién? ¿de ellos? ¿porque son europeos o norteamericanos? ¿Verdaderamente es que se puede decir algo en ese tono? La guerra que defienden no es sino una guerra racial de la que ellos ni siquiera se enteran que solo son unos simples mexicanos, cuando mucho posibles migrantes refugiados, la mugre que hay que extinguir porque son racialmente inferiores. Nada, no distinguen y no razonan aunque lo hagan. No son capaces de producir una vacuna por ellos

mismos.

 

Y mientras el virus mute en el mundo de los países avanzados son las premisas del riesgo al que se exponen las razas superiores para probar su superioridad, solo los que no puedan superar la prueba del virus son las razas inferiores y hay que extinguirlas.

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