El clan Bukele en el espejo de la dinastía Meléndez-Quiñonez

El clan Bukele en el espejo de la dinastía Meléndez-Quiñonez

La forma patrimonialista de gobernar no parece ser un asunto de épocas. Con todo y su estilo millennial, el mandatario salvadoreño Nayib Bukele parece reeditar las formas de gobiernos de hace un siglo. Dada su forma familiar de conducir el gobierno autoritario en el país centroamericano, los Bukele han sido comparados con la llamada dinastía Meléndez-Quiñónez, gobernante entre 1913 y 1931 (Véase por ejemplo la columna “La finca de los Meléndez-Bukele” de Juan Martínez dÁubuisson en El Faro, 16 de junio de 2020).


Recientemente, el reconocido historiador Héctor Lindo Fuentes publicó un libro sobre El Salvador de inicios del Siglo XX y su posición ante la expansión imperialista de los Estados Unidos (El alborotador de Centroamérica. El Salvador frente al imperio, El Colegio de Michoacán/UCA Editores, 2019). En él, destaca a la corrupción y a la visión patrimonial del Estado como los rasgos distintivos de la dinastía Meléndez-Quiñónez, que ejerció una represión focalizada y gobernó con “un alto grado de personalismo”. Como si describiera precisamente lo que ocurre hoy en El Salvador, hablando de hace un siglo, Lindo Fuentes describe la forma de gobernar de la dinastía: “promoviendo legislación, haciendo uso selectivo de las prerrogativas del Ejecutivo o promoviendo favores en secreto, para favorecer los negocios familiares” (Pág. 281).

 

Tras el asesinato del presidente Manuel Enrique Araujo, Carlos Meléndez asumió la presidencia de forma interina entre 1913 y 1914, postulándose para las elecciones de 1915, mientras dejaba como presidente provisional a su cuñado Alfonso Quiñónez. Ganó las elecciones de 1915 y gobernó hasta 1918, dejando el cargo por problemas de salud. Quiñónez volvió a ocupar el cargo de presidente provisional de 1918 a 1919. Entre 1919 y 1923, la presidencia estuvo a cargo de Jorge Meléndez, hermano de Carlos. Quiñonez, quien permaneció como vicepresidente en el gobierno de Jorge Meléndez, gobernaría de 1923 a 1927. Sin ser parte de la familia, pero sí muy cercano a ella, Pío Romero Bosque ocupó la presidencia de 1927 a 1931. La dinastía terminó con la elección democrática de Arturo Araujo, quien después sería objeto de un golpe de Estado que instauraría una dictadura militar que, con sus sucesiones, personajes, gobiernos y golpes varios, perduraría hasta 1979. 


Gobernar un país como una finca parece ser pues una tradición arraigada. Reeditada en el presente por el clan Bukele y su intento por iniciar su propia dinastía. Una profunda radiografía del clan puede leerse en la investigación periodística “El clan Bukele que gobierna con Nayib” publicada en El Faro (7 de junio de 2020). En El Salvador, Nayib Bukele Ortez cogobierna con el consejo de sus hermanos Karim, Ibrajim y Yusef. Su padre Armando Bukele Kattán, un reconocido empresario, científico e intelectual, tuvo diez hijos; cuatro de ellos con Olga Ortez.


Karim es el principal asesor de Nayib, fue su emisario ante la anterior Asamblea Legislativa, antes de dominarla; además ha sido negociador de alto nivel con el gobierno chino, sin ser diplomático ni tener nombramiento oficial alguno. Le siguen los mellizos Ibrajim y Yusef, el primero es responsable de negociaciones especiales y fue responsable del proceso de reclutamiento de funcionarios del poder ejecutivo, entrevistado a candidatos incluso en la oficina de una de sus empresas familiares; el segundo es el enlace principal con el sector empresarial. Cuestionado particularmente por el peso de Karim en las decisiones de gobierno, Nayib respondió "Si a alguien no le gusta, pues, que se aguante. En cuatro años pueden votar por otro presidente y se acabó".  


Nuevas Ideas, el partido de los Bukele Ortez, es dirigido por uno de sus primos. Debajo del clan hay amigos de larga data y ex empleados de las empresas familiares. Con los tres poderes del Estado ya bajo el control de clan, la planificación de una sucesión presidencial rotativa entre la familia no parece ser una idea tan descabellada, pues la vieja finca centroamericana parece que regresó a ser la misma de hace un siglo.        
 

 

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