En el capitalismo existe una variante que es el capitalismo de los afectos y en el tema del reggaetón tiene relación directa con la subalternidad donde la producción de la música desde este horizonte abona a los procesos de desarrollo de resistencia social pero dentro del capitalismo de los afectos, que deconstruye los procesos culturales de modo que crean productos para el capitalismo donde la forma cotidiana de las relaciones de grupos o población subalterna fomenta como producto o mercancía la creación de comuniones de raza, género y clase que se oficializan en expresiones culturales y se transforman en productos para el capitalismo de los afectos.
La música popular es una de esas expresiones culturales que llevan el tema a las precisiones sobre la acumulación de riqueza dentro de la industria de la música en el capitalismo de los afectos. El mecanismo de masificación de estas expresiones culturales promueve el que se hagan visibles los sectores sociales de donde provienen estas expresiones y que para el consenso de las clases que consumen estas expresiones musicales implica apertura sobre el valor cultural de la expresión y su cultura subyacente.
Y aún bien se modeliza la expresión musical a los requisitos de la industria de la música, en el reggaetón se tematiza la expresión del folklore y los ámbitos culturales de sus raíces situadas en un discurso racial y sus procesos de normalización cómo parte del ámbito de la vida cotidiana.
La clase social que está de fondo se presenta y se vuelve parte de un proceso de reconocimiento y moldeamiento en el que el margen de la economía se presenta en voz de los propios cantantes, y practicantes, que se principian como exponentes y permean en el gusto del gran público hasta volverse figuras del éxito y de la industria musical global.
Mientras tanto en los medios y en lo local, la comunidad imaginaria del reggaetón, la nación subalterna dentro de la nación de la comunidad mundial, donde las temáticas del gran estilo es la ilegalidad, la libre sexualidad, la ética del subalterno extra legalizan los procesos del progreso en un tandem de procesos del ethos que respira la comunidad subalterna y que registra los drenajes de la identidad y de lo que la reúne. El tema callejero cala hondo en la mentalidad de la urbe y re-escribe la animalidad y los sentimientos de la urbe en un nuevo folklor que se impregna como mentalidad cotidiana, es algo que se vive y se siente o se baila.
Re-escribe la emoción de los espacios y la arquitectura de las calles y suena la forma de un ritmo que ritualiza el underground de lo subalterno donde cara a la violencia y la sexualidad, los pobres y la juventud hacen clan de 8 a 8 mientras se ganan la vida. El discurso del pobre, del vulnerable, del no representado, tienen finalmente un gran estilo que suena fuerte en el corazón del imperio del capitalismo.
Esta comunidad imaginada con su sentido de comunión nos abordan de calle en calle donde todos somos los camaradas que comparten un destino de subalternos a los grandes medios del capital global hecho de ricos para los ricos. La expresión de los otros, esos otros que se visten de iguales, de identidad, de la lucha contra la hegemonía opresora. El reggaetón es ese contrapunto de la comunidad imaginaria, de la idea racial del hispano, latino, que resiste al blanco al interior del suelo nacional e internacional, que como comunidad imaginaria es la respuesta a la hegemonía opresora, bajo el estamento de la celebración de la diferencia: raza, clase como manifiesto de cultura, pero que está dentro de la estructura de la economía de la industria cultural de la música y que finalmente cede un paisaje donde ese afecto de la comunidad imaginaria es un código en las fauces del gran capital y de los cazadores de novedad, una forma que se vende enlatada de un movimiento original de los afectos de la comunidad latina, negra, hispana y subalterna.