Popularmente, se le llama cruda moral al malestar emocional causado por el arrepentimiento tras momentos donde perdimos el control de nuestro comportamiento en público. Para curar ese sentimiento de culpa se recomienda afrontar las consecuencias de lo dicho y hecho, dar la cara, pedir las disculpas correspondientes y aprender de la experiencia. La cruda moral ocurre, principalmente, después de una noche de excesivo consumo de alcohol. Sin embargo, los sentimientos de culpa, remordimiento y arrepentimiento después de un paso en falso, no necesariamente derivan del consumo de sustancias. Algo parecido a la cruda moral le acaba de ocurrir al ex presidente Calderón.
En un webinar de la ultraderecha golpista latinoamericana, al michoacano se le vio envalentonado, embriagado, no necesariamente de alcohol, pero sí de autoritarismo. Calderón perdió los estribos y llamó a la rebelión armada contra el régimen de Maduro. Al otro día, en su cruda moral, no se curó con la verdad o con sinceras disculpas; recurrió a la mentira.
Enlistando todas las formas de lo que Castillo Peraza llamaba “política total”, además de la movilización y diálogo, Calderón invitó a considerar “la posibilidad siempre abierta, pero caray, pragmáticamente, honestamente, analicémosla, de rebelión armada”. Ya encarrerado y visiblemente exaltado, agregó: “tenemos la responsabilidad de pensar, con los pies en la tierra, el corazón ardiente, pero la cabeza bien fría, acerca de lo que tenemos que hacer”. Enfatizó, refiriéndose a la vía armada en Venezuela, que “nada puede descartarse de antemano en el diseño de una estrategia”. Al otro día, ya menos agitado, dijo en Twitter que sus palabras fueron distorsionadas. Pensando en el registro de su partido político y el consiguiente acceso a recursos públicos, quiso rectificar.
Pero Calderón no ha dado indicios de culpa por una cruda moral más grande que debiera aquejarlo después de haber desatado una cruenta guerra en México. Psicológicamente, la culpa es una emoción que aparece cuando hicimos algo que no debíamos o fuimos omisos ante una obligación. Esta deriva de la moral, del juicio de algo “malo” que hicimos o de algo “bueno” que nos reprochamos no haber realizado. Sentir culpa es el camino al resarcimiento.
El remordimiento se presenta cuando hicimos algo que nosotros mismos reprobamos. Se tiene coherencia emocional cuando se busca actuar en concordancia con valores propios. El arrepentimiento aparece cuando queremos reparar algún daño que hicimos o deseamos haber actuado de otra forma. Arrepentirse es cambiar de opinión. Los narcisistas y psicópatas no son empáticos, no tienen remordimientos, carecen de sentimientos de culpa, pues no identifican los daños causados.
Sería irresponsable hacer diagnósticos sobre la salud del ex presidente, ello compete a su vida privada y no es de interés público. Lo que sí interesa al colectivo es que un actor político llame al rompimiento del orden constitucional en México u otros países. Preocupante no porque su apelación a la violencia sea o no legítima, sino porque su intención es tener un partido político legalmente reconocido, instrumento de la derecha reaccionaria.
En 1854, Francisco Pi y Margall ya advertía en su libro La Reacción y la Revolución, que mientras los revolucionarios buscan los caminos de la paz, la reacción apela a la guerra permanente. El español colocaba del lado de la Revolución al pueblo, la libertad, la igualdad y el progreso; del lado de la reacción, al rey, el orden, el privilegio y la inercia. Mientras la vía armada a la Revolución discute siempre sus fundamentos éticos, la rebelión armada de la reacción es por lo general una rabieta de cantina.