La Grieta

La Grieta

 

Hace algunos años, en mi paso por la Pontificia Universidad Católica de Chile, coincidí con estudiantes surameri- canos que al igual que yo, acudían a ese país

para estudiar la Nueva Gestión Pública. Fue entonces cuando por prime- ra vez mis compañeros me alertaron de un fenómeno sociopolítico que hacía que los individuos de una na- ción se segregaran de forma binaria para posteriormente ser arrojados a la irracionalidad, a las descalificaciones inmediatas, al odio, al prejuicio, a la in- tolerancia, al fanatismo; a las pasiones de culpar —se tenga o no la razón— a fin de mantener la legitimidad de unos sobre los otros. Vaya, de una división social, pero sobre todo política, que “exige” a los individuos posicionarse

sin matices.
Me explicaron entonces, que dicho

fenómeno estaba tan arraigado que era capaz de separar sin miramientos ni retorno a parejas, familia, amigos, compañeros de trabajo; bastaba con expresarte de manera distinta en una reunión habitual para ser tratado en- tre “amigo” o “enemigo” por el simple hecho de no pensar igual.

A este fenómeno le llamaban “La Grieta Argentina”, y es alentada por dos factores y un interés: El primer factor son los liderazgos fuertes y ra- dicales, que alimentan a la ciudadanía con un lenguaje “bélico” e ideas como el complot, las conspiraciones, donde llegado el momento exigen soldados y no simpatizantes. El segundo factor son los medios informativos, que expo- nen de manera constante a la ciudada- nía a información que es precalificada o desacreditada, y cuya función sirve para adoctrinar y hacer creer a las personas una especie de “sima entre los que están a favor y en contra del gobierno”. Finalmente, el interés por mantener La Grieta; que es de aquellos grupos o políticos que ostentan el po- der y que buscan perpetuarse a través

VLADIMIR JUÁREZ

OTROS DATOS

de la radicalización política.
Justo hace una semana, en esta mis-

ma columna maticé (“A quién culpar”, ContraRéplica, 04jun2020) sobre esta tragedia que se proyecta sin retorno en nuestro país. Donde la radicalización por ganar el proceso electoral (2021) ya inició, y esto significa el asegurar el presupuesto federal durante los próximos tres años, pero, sobre todo, el garantizar la viabilidad de una propuesta política que está dispuesta a todo. Incluso, de alentar La Grieta de México.

DE LAS EMERGENCIAS, LA CORRUPCIÓN Y EL DR. SIMI Antes del Covid19, sabíamos que cualquier emergencia natural o sanitaria relaja los controles del presupuesto en las administraciones públicas: cuando suceden, son momentos donde las excepciones a la ley en las compras gubernamentales abundan para que las personas servidoras públicas aceleren el uso de los dineros para atender la crisis con “oportunidad”.

También sabíamos que las prácticas de corrupción más comunes en estos casos son las adjudicaciones directas a sobreprecio, y que las comisiones que se quedan en los bolsillos de los funcionarios y sus socios son superiores al 25 por ciento de la compra (Banco Mundial). Así, por ejemplo, la experiencia del sismo de 2017 en México nos mostró que cuando más dinero hay, hay más corrupción. Es decir, son geométricamente proporcionales.

Lo que estamos por saber en esta emergencia sanitaria es si este modelo de corrupción sistémico sigue siendo el “mismo” o si se optó por la filosofía del Dr. Simi, no aquella que dice “lo mismo, pero más barato”. Si no la que establece “hasta un 75 por ciento de descuento en su compra”. Porque lo que hoy sabemos es que el dinero de la corrupción no es despreciado por ideologías o matices partidistas, pues al igual que los fármacos similares, la corrupción no es exclusiva de patentes.

•Analista Político Colaborador de Integridad Ciudadana A.C. @Integridad_AC @VJ1204

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