La literatura y el mal

La literatura y el mal

Narrar es un evento conversacional, las historias de las novelas de la literatura empiezan contando historias entre los propios, recolectando historias de otros, haciendo memoria de hechos reales, usando la imaginación ante un recuento de hechos o invenciones propias de quien imagina y las puede poner en el papel.

 

Narrar sobre historias requiere un arduo trabajo de documentación, de imaginación, de improvisación, de orden y disciplina, el método varía de persona en persona, unos se dejan llevar por el ansia de hablar de los detalles que organizaron previamente en un borrador, otros conectan con un flujo y un ritmo mientras planean y eso los lleva a operar sus propias capacidades intelectuales para dar forma a los borradores de una secuencia de imágenes en la mente. Imágenes que rigen un patrón dentro de una historia que al detalle se va inventando conforme las imágenes son puestas en la realidad lingüística, y verbal uno las platica como si estuviera en el pensamiento o como si estuviera viéndolas en sus propios ojos cuerpo adentro viviéndolas de plano. O como si uno fuera un observador que mira desde lo alto el curso de la historia que se narra.

 

Yo protagonizaría una historia que otros han escrito dicen los lectores cuando imaginan todo el escenario, pero ese que protagoniza pone por escrito algo que se autonomiza de él mismo y se relata para inventarse cada vez una nueva experiencia de lo dicho. Los escritores ponen en las letras lo que ha sido el mecanismo de este encuentro con esa estructura de sentido y hacen un mundo, paracosmos donde entra el otro que es seducido a entrar. El paracosmos es en esencia una invitación a crear un mundo con la imaginación.

 

Pero quien crea un paracosmos, un niño que inventa una ciudad de memoria en la que narra historias para sí mismo, es la idea del hombre que habla solo, que narra dentro de sí las ideas que llegan a su mente que son narraciones del mundo y la realidad. El paracosmos es esa ventana en el gran desconcierto para los hombres normales de una imaginación que relata un mundo de un orden que le le pertenece al que imagina, pero que nadie tiene ganas de compartir como un mundo compartido de significado o que bien todos debían enterarse para compartirlo por qué es un tema de valor universal. 

 

La literatura crea paracosmos de las experiencias de valor universal que relatan la vida humana desde experiencias que conducen a valorar lo qué hay de humanos en nosotros, nuestras emociones, nuestras injusticias, nuestras agudezas, imposibilidades, nuestras formas aventureras, el relato de algo que el humano debe experimentar desde la una experiencia desde las palabras, a pensamiento pleno, a imaginación plena, de mente presente.

 

Entonces la locura del hombre que habla solo es solo una narración de su propio proceso de creación de su paracosmos, desde luego que la sensibilidad del tema radica que hablar solo es pensar en las historias propias, en las historias de otros, en las formas serias y en las formas de divertimento personal. Pensar para hacerse alegre y feliz es una condición física de quien ejerce el oficio de la escritura. Es un deporte que se practica con mucha asiudad, en el paracosmos literario nadie deja de formular historias felices de la vida personal de quienes están en ese cosmos. En los paracosmos felices hay historias que se relatan con dramatismo, donde se exponen las reglas del orden del mundo, donde se crean otros ordenes de ese mundo, donde se narran las tragedias de los que pierden todo, de los dolientes, de la muerte y de la violencia. Pero el paracosmos feliz es el que al final de cuentas resuelve los problemas de esos temas en la vuelta al día en 80 mundos. Porque quien escribe es multidimensionalmente es todos los temas, toda la vida, todo el tiempo en una visión que relata las soluciones del mundo todas a la vez para todos para crear los 80 mundos al mismo tiempo en su continuidad. Decía Roberto Calasso en las bodas de Cadmo y Armonía que había un pueblo donde la realidad se sostenía haciendo rituales para mantener la vida del cosmos pero un día dejaron de hacer los rituales porque llegó un hombre que contando historias cada tarde durante un tiempo hizo que dejaran de hacer los rituales y se les olvidó hacerlos, una vez que se hubo ido el hombre se dieron cuenta que ya no habían hecho la conservación del cosmos y una vez llegado esto a su conciencia fue el relato el que sustituyó los rituales y sacrificios. La literatura es de este orden de cosas, el mundo entero persiste porque hay relatos y quien los escribe es el que crea los 80 mundos todos los días.

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