La precariedad y la moderna esclavitud como agresiones al trabajo

La precariedad y la moderna esclavitud como agresiones al trabajo

Vivimos plácidamente en la estructura de la desigualdad y por nada no nos importa nuestro modo de vida que reproduce el modo de vida imperial del sistema de desigualdades que se ha consumado históricamente, donde hacer más grave la desigualdad es la bandera con la que se toma el pelo al realizar las supuestas reformas a los trabajadores dependientes de un salario que apenas su alcanza para vivir, donde la única transformación es que no haya un presidente o una autoridad que se complazca en privatizar el trabajo como un objeto más de consumo que deba ser comprado por el público en general.

 

Producto que puesto en el stock de venta nos augura una selección donde el baremo de quien es un homo economicus y quien no y es más que homo economicus puede o no puede comprar su trabajo, así el ejemplo del presidente Piñera de Chile quien manda subir el metro a una cantidad que supera por mucho el gasto en comida declarando con ello de manera indirecta que para trabajar hay que pagar, como si no fuera una mercancía más a la venta.

 

De modo que la precarización vía estas políticas donde ya no hay oficinas, ni prestaciones, y leyes donde el outsourcing y sus diferentes disfraces donde las prestaciones sociales y pagar una cantidad mínima para un esfuerzo semejante a la gente que tiene plazas con prestaciones con salarios supremos y que dentro de esta forma de hacer patente que hay trabajadores que deben comprar su salario con dinero que no ganan pero que tienen que pagar hasta para asistir como en Chile, son ese conjunto de cuestiones que los informes de cualquier administración pasan al costo como formas de explicar una matemática cuantificadora de la desigualdad que en su versión potencial asemeja a las explicaciones de un proceso extintivo que tiende a la necroeconomía por fondo.

 

Así pues, en medio de demandas justas del trabajador por una mejora salarial por condiciones que estructuren nuevas formas de organización donde no prive la desigualdad, las administraciones argumentan a modo y circunstancia de manera indirecta que si te parece bien o si no búscate otra cosa, dicho del modo decente dependencia del factor económico se sucede o ergo eres parte de la nueva esclavitud moderna.

 

La búsqueda contraria a estas formas que se suceden de la dependencia al salario miseria son castigadas y en ese orden esclavos de la precariedad del salario la gente tiene que inventarse un modo de vida que viva con la escasez y con las condiciones que el gran modo de vida imperial les obliga por condiciones de “méritos”, de “competencias”, de calificaciones, inventos todos que dibujan a sombras la nueva esclavitud en relación a la perdida y faltas de oportunidades que rondan el mercado externo donde se ha formalizado la imposibilidad de garantizar los derechos fundamentales como es la versión remasterizada del outsourcing que medio dibuja ventajas para el trabajador y donde menos es la política de menos.

 

Y en lo cual la dimensión pública del debate supone o te ajustas a la esclavitud vista a trasluz de esa política del menos como una forma de la demopatía que prolifera haciendo de los cambios posibles la reinstauración de la hegemonía de una política de la desigualdad, si ganamos lo nuestro por méritos, y por méritos somos quienes reproducimos el modo de vida de nuestra diferencia con ello ejecutan una estructuración de esa ventaja como un poder de reproducir la desigualdad en todas las estructuras de los méritos, y con ello poder sesgar toda posibilidad de incorporar a miembros de otros grupos que no gozan de ese privilegio con políticas de exclusión que detallan como la estructura de desigualdad puede reproducirse al infinito.

 

La crítica de este vaciamiento de la soberanía popular que se relaciona con los trabajadores tiene que ver con encubrir el detalle de esa tendencia del modo de vida imperial a vivir y reproducirse de otros y proliferar como una moderna esclavitud disfrazada de una perdida de las certezas sociales, por causas de un estado debilitado, incongruente y poco dispuesto a lidiar con los procesos del trabajo en circustancias nuevas y por ello mismo institución en la cual se practica la misma ideología de hacer y profundizar los privilegios y hacer y profundizar la desigualdad.

 

En lugar de ir a pedir la limosna del ejecutivo sobre presupuestos útiles o de regularizar la situación del trabajo en temas sobre el outosurcing como síntomas de esta esclavitud virtual y moderna debiera ser el debate de cómo lograr la consecución concreta de una renta básica universal garantizada para toda la población como un fundamento ético-político, del derecho a la vida, como fundamento constitucional y como fundamento económico social. Y no la construcción de personas precarizadas y eventualmente sin derechos.

 

La civilidad jurídica como derecho universal debe ir por encima de la agudización de las desigualdades y desujetarse de la crítica posible como si se tratara de un asunto de criminalización de las consecuencias de la crítica, que la oposición a proyectos vanguardistas ponen en el terreno de que el trabajador es incluso un terrorista y ejercen la labor administrativa como un ejercicio antihumanitario con los que no están de acuerdo con la precarización laboral.

 

De modo que hay que analizar los efectos perversos de las políticas de exclusión en corto y en largo los efectos de las reformas que son agresiones al trabajo y apelar a un principio de igualdad que se determine en todos los efectos y niveles en la igualdad y la dignidad de la persona, la igualdad y la democracia, la igualdad y la paz, las garantías de la igualdad más allá de la voluntad y las políticas y leyes de los más débiles y precarizados.

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