Las Creencias del Mundo

Las Creencias del Mundo

 

Las teorías de la conspiración que se han reproducido en esta coyuntura pandémica tienen un sello lo suficientemente particular como para no confundirlas con otro tipo de fenómenos cercanos. Así, es posible encontrar una buena cantidad de creencias y prácticas populares que han acompañado casi cualquier vivencia del hombre con su mundo y que, en su contenido, no son tan perversas como aquéllas derivadas del coronavirus, aunque sí parecen mostrar una suerte de desdén a la causalidad, lógica, de los fenómenos. ¿Cuáles son estas creencias?

Por ejemplo, existen las referidas al cuerpo y a su funcionamiento. ¿Quién no ha oído que los seres humanos usan únicamente el 10% de su cerebro? Se sabe que funciones básicas, incluso muy “sencillas”, utilizan más que este porcentaje. Pero ése no es el punto. La cuestión es ¿cómo es que se llegó a esa cifra o de dónde proviene tal afirmación tan específica? Lo mismo cuando se dice que si se traga un chicle, éste permanecerá en el cuerpo, en los intestinos, por al menos ¡siete años! Esto le generaría a cualquier persona un horror inmediato al intentar calcular cuántos de éstos posee en sus tripas, además de imaginar cómo se verían internamente.

Otras creencias apuntan hacia los animalitos. Se asegura que la vida de las moscas es de sólo 24 horas. Es entendible pensar que, por ser un insecto pequeño, su destino también será pequeño. Aun cuando su vida es aproximadamente 10 veces mayor, la gente supone que en el vuelo del díptero se acaba la adolescencia o que se va la vejez a la tumba. Igual con los ratones: se afirma que, como dice el dicho, les gusta el queso. Pero la cosa ya no es que les guste o no, que está en veremos, sino de qué tipo hay que ponerles en las trampas para que caigan redonditos. ¿Lo mismo aplicará para los conejos y las zanahorias?

En el mundo de los objetos también se encuentran estas semánticas. Si algo cae al suelo, en cinco segundos las bacterias lo alcanzan. Los memes refuerzan, naturalmente, tal aseveración; las abuelitas indican que, sin importar los segundos, se consuma el beso con el “malo”; la ciencia de revistas explica: suelo contaminado, objeto contaminado. Por otro lado, si alguien va a un baño ajeno al propio observará, al jalarle al inodoro, que el agua se vacía girando en sentido contrario al acostumbrado. Unos dicen que este fenómeno sucede sólo si el baño es el de la pareja sentimental y si, además, no se le quiere; otros señalan que sucede únicamente si se jala la cadena de un baño de otro país o de otro hemisferio. Pero nadie cree que el responsable sea el efecto Coriolis.

Respecto de la salud: para curar un fuerte dolor de muelas es preciso colocar levadura de pan en la sien del lado donde la muela está chingando y apretar la levadura con un pañal. O, también, llevar una nuez de tres costuras en el bolsillo del mismo lado de la muela. Pero ¿por qué nadie explica que hay que ir al dentista? Otra creencia refiere que despertar a alguien que sufre de sonambulismo tiene graves consecuencias, como un ataque masivo al corazón o una caída automática en estado de coma. Para evitar esto, es necesario reconducir al dormilón a su lecho con palabras suaves, mono o bisílabas, con las que no se sobresalte y sobrevenga, con ello, un desenlace fatal.

Las referencias al “otro mundo” también son muy socorridas. No hay persona que dude que alguna noche se le haya subido el “muerto”. Acompaña a tal invasión, a veces erótica, una parálisis corporal, total o parcial, una opresión en el pecho y la dificultad para respirar. Asimismo, se experimentan algunos sonidos y, en ocasiones, visiones macabras. Se dice que esto sucede porque el tránsito entre la vigilia y el sueño está en correspondencia con el de la vida y la muerte. Las historias sobre los gatos, en el mismo tenor, no pueden faltar. Se comenta que estos integrantes del género Felis, durante las noches, roban el aliento de los humanos y, en específico, de los niños. Eso lo hacen para ir debilitando el cuerpo y sea más fácil apoderarse, un día, de su alma. Y tiene todo un motivo: ellos son los reconocidos guardianes del inframundo.

Y no se pueden olvidar las ya clásicas: soplarle a un sacapuntas le quita el filo; el papel aluminio, en la cabeza, evita que la mente sea intervenida; las tijeras debajo de la cama son para ahuyentar brujas y cortar energías malignas; el hipo se quita con un hijo rojo hecho bolita, mojado con saliva, puesto en la frente; fijar la vista en los ojos propios, en un espejo, lleva a otra dimensión; si se arranca una cana, salen 20 más; los rayos, como el amor, no caen dos veces en el mismo lugar; a los tiburones, de cualquier especie, no les da cáncer; hacerse cortar el cabello, como Sansón, quita energía al cuerpo; si se pisa una cruz en la calle, formada por las líneas de unión de bloques de cemento, se condena la persona eternamente.

 

No se sabe exactamente de dónde salieron tales creencias o cómo es que, falseadas por la experiencia obvia, siguen alojadas en el pensamiento de la gente. Algunos especulan que el trayecto de información entre el sistema científico y la vida cotidiana no es transparente y la opacidad entre un régimen y otro hace que tales informaciones, en su circulación, se transformen o deformen. Otros piensan, como el antropólogo francés Lucien Lévy-Bruhl, que existe una mentalidad, diferente de la moderna-científica, impermeable a la experiencia, donde no es relevante ésta en la modificación de procedimientos o conductas diarias. Sería una mentalidad sensible a otro tipo de fenómenos, tendría otra causalidad y otros marcos más allá, o más acá, de los racionales.

Por supuesto, esto no invita a una deslegitimación del significativo papel que ha tenido la ciencia en nuestras sociedades. Pero también habría que decir que sus anteojos nos han hecho ver un mundo en exceso lógico, totalmente desencantado y muy aburrido. Tampoco, de modo evidente, se puede depreciar o enarbolar de más los conocimientos y las prácticas populares no científicas. Quizá son sólo dos mundos diferentes y quizá todas las creencias precedentes, descritas arriba, corresponden a sólo uno de ellos, donde posiblemente reine una mentalidad parecida a la que habla Lévy-Bruhl: una mentalidad donde potencias diversas habitan y proyectan, en su ejercicio, un vivo, bonito y caprichoso mundo.

 

Columnista: Juan Carlos Huidobro Márquez (@jchmmx) estudió psicología, sociología y filosofía en la UNAM. Es profesor universitario, ciclista y le gusta la música dark.

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