Los Transportes del Mundo

Los Transportes del Mundo

Justo en estos días finales de pandemia, y cuando la apelada “nueva normalidad” se instaura progresivamente, los medios con los que los ciudadanos del mundo se transportaban a través de las ciudades comienzan a repoblarse. Poco a poco regresan las filas, los empujones, los murmullos, las miradas cercanas, los olores, el calor humano. Es cierto que los cubrebocas, las caretas y los 150 centímetros de distancia van desapareciendo, pero, incluso así, medidas de seguridad siguen tomándose para evitar que el virus pueda alojarse en los cuerpos de los viajeros urbanos. ¿Quién no recuerda haber visto al señor que, para sostenerse de los tubos del metro, utilizaba una bolsa de plástico? ¿Quién iba a pensar que tal pedante medida se iba a convertir en un standard dentro de los diferentes medios de transporte masivos? Pues bien, hoy todavía siguen siendo efectivas, al menos cognitiva y afectivamente, ciertas acciones para sortear el contagio en esos espacios. Aquí algunas de ellas:

 

De inicio, el llegar a las taquillas implica ya un proceso racional y de previsión de las condiciones que ahí se presentan. Es imperativo arribar con el dinero exacto para recargar la tarjeta modal o, en su caso, para el ticket y así evitar el intercambio infinito de monedas y billetes. Si hay un pequeño saldo a favor (50 centavos como máximo) hay dos opciones: darse la vuelta y fingir prisa para no contaminar más las manos y/o el monedero o seleccionar a priori los dedos con los que se recogerá el cambio para, metros más adelante, bañarlos profusamente en gel antibacterial. Lo mismo aplicaría para recoger la tarjeta y el ticket. Si es un despachador electrónico, los cotonetes pueden suplir bien la función de los dedos.

 

A fin de pasar los torniquetes, se debe aplicar, antes de tocarlos, el girarse 45 grados para empujarlos con la cadera. Si a causa de la estatura humana no se corresponden tales elementos, se pueden usar la rodilla o el codo. Ya liberados de ese punto, los pasillos y andadores constituyen un reto; no es necesario ser conocedor de dinámica de fluidos para identificar por qué carriles aéreos podría el virus en cuestión volar hacia el propio cuerpo, pero sí es obligado preparar pasos apresurados, laterales, dobles o adormilados, para eludir durante el camino la hipotética senda vírica.

 

Dentro de los vagones, ya sea en el metro o en el suburbano, lo principal es buscar ese triángulo de ventilación, lateral a alguna ventana, o posicionarse exactamente debajo del conducto de aire, si es que existe. Si se es afortunado y se consigue un asiento, es buena estrategia acurrucarse en la propia ropa (hay que llevar algo holgado o una hoodie) o poner en las piernas una mochila o bolsa para esconder ahí el rostro. Justamente, evitar a toda costa la cara de las personas y por supuesto cualquier canal que acerque a su respiración. Durante los trayectos, ya se debió haber practicado el equilibrio a una y dos piernas para prescindir de tomarse de cualquier pasamanos y/o asidero. Si esto no fuera posible, procede tomarlos lo más cerca de su base o de lo más alto en que se encuentren, con algún pañuelo, papel o con algún pedazo de tela de la indumentaria personal.

 

En los buses y trolebuses cambia un poco la cuestión. Al subir, es necesario hacer dos cosas simultáneas: tener lista la moneda para depositarla en la alcancía, mientras se está en los escalones, e ir viendo al mismo tiempo los lugares vacíos para dirigirse rápidamente hacia ellos. Esto tiene un motivo: los pinches choferes de estos dos transportes arrancan siempre muy rápido y de manera intempestiva. A la par, hay que elegir a toda costa los asientos individuales con ventana no sólo por la ventilación sino por salud visual-mental. Para el momento de bajar, nunca pararse antes y entrar en contacto con el botón, por razones obvias; en lugar de ello, cuadras antes, fijarse quién de su entorno se prepara para bajar, para dejarle presionar el botón y, justo cuando vaya de salida, levantarse del asiento y escapar.

 

Si se viaja en las ya casi extintas combis, lo primero es evitar los asientos a espaldas del chofer. Es obvio que, si se hace, serán los elegidos para “pasar” el pasaje de casi todos los usuarios y para servir de GPS humano. Lo mismo del asiento de la puerta; ahí se está expuesto, además de los machucones, a la corriente de fuga del aire consumido por los demás. Aunado a ello, mucha gente puede inclusive apoyarse en el cuerpo del ahí sentado para salir o entrar a la unidad. Ni qué decir de estar casi obligado, aunque sea con la mirada, a darle la bienvenida, o la despedida, a los demás viajantes. Ahora bien, desde ahí también es posible adquirir responsabilidades cívicas que pueden conducir al heroísmo, como en días pasados lo mostró un célebre vídeo de la internet.

 

Para abordar los taxis el proceso es más sencillo: cuando el vehículo requerido se haya parado, amagar con abrir la puerta, sin hacerlo, para que el chofer lo haga desde adentro. Al introducirse al auto, nunca apoyar las manos en el asiento; es mejor entrar en él de espaldas ya sentado y recorrerse en esa posición. El cierre de la puerta será siempre con un pañuelo que será desechado al abrir de nuevo la puerta al llegar al destino. El pago invariablemente será en billete y, si sobrara algo de cambio, se deben decir las siguientes palabras: ¡Así déjelo, jefe!

 

Finalmente, los viajes en bicicletas y scooters públicas habrán de hacerse con guantes obligatorios. El riesgo en ellas es mucho menor dada su condición, pero si no se cuenta con alguna protección para las manos, es mejor no emplear este transporte y mejor caminar ordinariamente con cubrebocas puesto. 

 

Buena parte de estas medidas no sólo son útiles al día de hoy cuando la pandemia de COVID-19 todavía está vigente, sino que pueden usarse incluso cuando de la contingencia sanitaria termine. Quizá se juzgue que lo señalado aquí forma parte de un manual cívico-neurótico que, más allá de brindar protección frente a la transmisión del SARS-COV2, pretenda aislar a los individuos de sus congéneres y cercenar la socialidad inherente a su mundo, justo cuando se necesita lo contrario. No obstante, lo vertido aquí es sólo un pequeño catálogo de técnicas que, si se es requerido, puede combinarse a gusto del lector, de la circunstancia y de del transporte urbano favorito.

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